Julián Aguilar García

La culpa es hijastra

06 de septiembre 2024 - 03:07

Recuerdo mi primera llegada a Argentina. La conversación con el taxista, desde Ezeiza hasta el centro de Buenos Aires. No recuerdo si eran tiempos de la presidencia interina de Duhalde o de los inicios ya de la especialmente corrupta del primer Kirchner. Era de noche, no había mucho tráfico, pero la ciudad es tan grande que me dio tiempo a escuchar sus opiniones sobre los distintos males que aquejaban a su patria. Casi ninguno de sus graves problemas era culpa de la propia Argentina, sino del Fondo Monetario Internacional, del capitalismo, de Estados Unidos, de España, de la historia, de otros. Si acaso, algo, poco, sí podría serle imputado a los políticos y a su corrupción. Nada, desde luego, al argentino de a pie ni a la sociedad de la que surgen sus dirigentes.

Sigamos en tierras americanas: algunos nos echan la culpa a los españoles (¡aun a los de hoy!) de los problemas de los países al Sur del Río Bravo (o Grande, según desde dónde lo nombremos), olvidando tanto que hace más de dos siglos de su independencia, en la mayor parte de los casos, como los muchísimos recursos naturales de buena parte de esos territorios y el alto nivel de formación que, en términos relativos, tenían sus habitantes ya cuando se desgajaron de España.

O, por irnos a otro continente, se culpa a la colonización y a la descolonización de los males africanos, y molesta que se comente que algunos países estaban mucho mejor en términos de seguridad, economía, funcionamiento, educación, antes de su independencia. Por supuesto no abogo por el colonialismo, que debía dejar de existir. Pero me llama la atención que, tras regir su país durante sesenta u ochenta años de independencia, la culpa siga siendo de los ingleses, los franceses, los alemanes o los especialmente brutales belgas. Sobre todo cuando en algún país, como Etiopía, prácticamente no hubo nunca potencia colonizadora extranjera, salvo algunos años de Italia y una influencia portuguesa antigua.

A escala individual, leía recientemente la noticia de una señora que ha ocupado un chalet en una zona lujosa de Baleares, porque “tiene derecho” a criar a sus hijos en una zona segura y sin malos entornos y ella no puede permitírselo porque “sólo” recibe ayudas por unos 1.500 euros y su marido tiene un sueldo escaso. En general, los muchos miles de okupas que padecemos en este país consideran o bien que tienen derecho a hacer lo que hacen o bien que su situación es culpa de otros y, por tanto, su actuación es disculpable.

Son solo ejemplos. Miren alrededor. Escuchen cómo hablamos todos. En vez de asumir nuestra responsabilidad, de esforzarnos, de pelear por mejorar, por protestar contra lo incorrecto y hacer lo correcto, de ser autoexigentes, la culpa siempre es de otros. Del mercado, del fascismo (no sé cuál), de los ricos, de los inmigrantes, del jefe, del compañero, de otro. Rara vez oímos o decimos que la culpa es nuestra. Y así no se mejora. Ni como personas ni como país. Exijamos más. También a nosotros.

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