La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La felicidad de Sevilla
Esto no va de convicciones, sino de poder. Esto no va de defensa de unos valores y de luchar por el bienestar social, sino de ocupar cargos de influencia que permiten realizar operaciones de repercusión electoral. Pagar por favores, o cobrar por hacerlos, no solo forman parte del mundo de comisionistas, tan de actualidad en el sanchismo y que también fueron actualidad en épocas anteriores. Todo se puede comprar, lo que sea. Es cuestión de cuánta pasta se esté dispuesto a pagar.
El Psoe se acaba de hacer con el Ayuntamiento de Jaén gracias a un acuerdo con un partido local, Jaén Merece Más. No ha sido difícil culminar el relevo en la Alcaldía, era cuestión de dinero contante y sonante: la refinanciación de la deuda municipal. Con un objetivo político en la trastienda: deshacerse del líder regional Juan Espadas y colocar en su lugar a María Jesús Montero. Que, además, no está contenta con lo que Sánchez espera de ella. Ser más generoso con los partidos que apoyan al Gobierno ha sido frecuente en política, pero en el caso que nos ocupa lo más hiriente es el descaro con el que se compran voluntades y se pretende hacerlas pasar por operaciones del tipo hemos librado a los jienenses de un gobierno de derechas. Se empieza acusando de fachosfera a la derecha y se acaba aplicando desde la izquierda políticas propias de regímenes autoritarios que tratan de eliminar al adversario político con argumentos falaces. No es nuevo, se trata de un déjà vu en la trayectoria de Pedro Sánchez.
No ganó las elecciones pero se mantiene en el Gobierno ofreciendo a sus posibles socios todo lo que le pedían. Ha dado dinero a espuertas a comunidades que convenía favorecer para asegurarse así más votos para el partido dispuesto a apoyar al sanchismo, y no ha dudado en escamotear ayudas a regiones mucho más necesitadas que las que se han destinado a País Vasco y Cataluña.
El nivel de solidaridad o de preocupación social de Pedro Sánchez se mide en función de sus consecuencias políticas. Acudió a La Palma media docena de veces en pocos meses cuando sufrió la tragedia del volcán. Canarias estaba entonces gobernada por el Psoe. A Valencia solo ha ido en una ocasión –de bochornoso recuerdo para el presidente– , y no hace falta recordar el escaso entusiasmo de Moncloa por enviar con presteza la indispensable ayuda a las zonas devastadas y concretar de una vez un programa de ayudas. Que no llegan. Valencia está gobernada por el PP. Hay cosas en este Gobierno, más allá de la corrupción, que no se pueden perdonar. Reparten etiquetas que forman parte de un comportamiento inmisericorde: todo lo que huela a PP se considera maldito; lo que huela a Psoe o a cualquiera de sus socios, se convierte en prioridad. Y aún se atreven a dar lecciones de moralidad….
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