Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Sevilla/En los planes de educación de mi admirada y muy macarena Patricia del Pozo, consejera de Educación, no sólo deberían regular con todo acierto la media hora de lectura obligatoria para todos los alumnos, sino el hablar en voz baja y el cultivo de la discreción y su prima hermana: la intimidad, un valor que en la sociedad de hoy está vendido , en riesgo continuo, en amenaza perenne, en discusión continua. Se sabe dónde estamos, con quién y de qué hablamos. Basta que alguien pretenda conocerlo. No sean ingenuos porque es así. Primero, porque cualquiera te hace una foto en el momento más absurdo de la vida cotidiana. Y segundo porque hay dispositivos que permiten hasta recuperar los mensajes del teléfono que usted creía que había borrado. Y si no que se lo pregunten a algunos mandatarios y ex gobernantes de esta ciudad a los que les ha pasado. Cuesta muy poco meter el celular (que diría Milei) en una bolsita de plástico y mandarlo a una empresa especializada de Madrid. En pocos días te remiten la lista vintage de mensajes. ¡Horror! Una lección sobre la necesidad de cuidar la discreción deberían aprender bancarios y farmacéuticos. Solo recuerdo una botica en la que se preserve la discreción, al menos con un cartel que así lo ofrece expresamente. El señor García Máiquez advierte en su establecimiento de Vista Hermosa que usted puede ser atendido en un sitio aparte si así lo desea para que los clientes de la cola de espera del verano no se enteren si usted quiere un antiácido, Gelocatil de un gramo, un tratamiento para las hemorroides o un after bite que ya se sabe que alivia la cosa le pique donde le pique... En la inmensa mayoría de los casos no es que nos enteremos por el cliente de los medicamentos demandados, sino por el propio farmacéutico o sus empleados. “Señora, ¿el Almax en pastilla o en sobre?”. “¿El hidratante para las partes íntimas lo quiere con cánula?”.
Con los bancarios ocurre tres cuartas partes de lo mismo. Cada vez menos oficinas y más minimalistas, por lo que se han reducido las barreras que preservan la conversación con el cliente, que a veces acude apurado por un impago, con el estrés por las nubes porque no sabe efectuar un trámite con la aplicación digital, o simplemente desea que le devuelvan la tarjeta que se ha quedado atascada en el cajero. Que España es un país de porteras ya no los dijo cierto político socialdemócrata en los años en que no estaba vigente la dictadura de lo políticamente correcto. Hoy la discreción cotiza a la baja. Todo hay que vocearlo, proclamarlo, contarlo y ventearlo. Ustedes siempre pidan cánula, pero con tapón. Un Almax Forte equivale a tres normales. Y el fondo de pensión ya no desgrava tanto desde que gobierna Sánchez.
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