La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Suecia paraliza la digitalización de las aulas y apuesta por recuperar los libros de texto. La ministra de Educación sueca ha suspendido un plan aprobado hace unos meses que promovía la introducción de los dichosos dispositivos en las aulas de todo el país. Los estudiantes tienen que aprender a escribir a mano y a leer en papel porque los dos hábitos tienen ventajas indudables con respecto al chau chau de confiarlo todo a las pantallas, lo cual queda muy bien para promocionar colegios privados con las fotos de jóvenes siempre guapísimos y sonrientes antes sus tablets. La de vueltas que le dan los políticos a la educación para no afrontar la cuestión en corto y por derecho. La educación no se trata tanto de dinero, que también, sino de transmisión de valores: hábito de estudio, esfuerzo, mérito, compromiso, disciplina... Pero unos y otros están todo el día maquinando como distraernos del objetivo fundamental y, sobre todo, suavizando los criterios de exigencia para vendernos un mundo duro –que no es Disney– con el que los jóvenes se toparán más pronto que tarde. Entonces buscarán a quién echarle la culpa, que indudablemente será del “sistema”. Siempre habrá un “sistema” al que culpar, menos mal.
Hoy es una digitalización feroz y excluyente. Ayer era la pérdida de autoridad de los profesores, que la Junta trata de enmendar nada menos que con una ley. Y antes de ayer era el perjuicio que causaban las calculadoras y los relojes digitales porque impedían que los niños aprendieran a hacer las cuentas con papel y lápiz y a saber la hora por las manecillas del reloj. Se trata de aprender primero la artesanía y después la mecánica, de subir la cuesta arriba para después aliviarnos con el llano, de construir las casas por los bajos, de esforzarnos para saber el valor de los cosas. Los suecos vuelven a la pizarra de siempre y al papel. Porque el aprendizaje real exige conocer todas las fases, máxime en una sociedad donde la paciencia es laminada por el consumismo voraz en absolutamente todo: desde las relaciones personales a los electrodomésticos, desde las películas que no aguantamos ni diez minutos a un turismo light basado en supuestas experiencias para proyectar fotos. Urge no despreciar los valores de siempre que son los que, al fin, podrán ayudar a los jóvenes de hoy ante los problemas que el futuro les tiene reservado. Los vendedores de modernidad solo pretenden el negocio por el negocio. Qué casualidad que el método de la pizarra tradicional y el papel es mucho más barato. El dinero siempre enseña el camino... de algunos.
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