La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
En estos tiempos de imbecilidad global en los que en nombre de las políticas de género se crean listas negras de directores de cine, índices de películas prohibidas y se censuran los cuentos-recientemente fue noticia que un colegio catalán retiraba Caperucita roja, La bella durmiente y La leyenda de San Jorge y el dragón por sexistas- resulta que los lobos, ogros, cocos u hombres del saco existen. Los cuentos, como todas las ficciones, deben respetarse por fidelidad a los textos originales y para saber cómo se vivía y qué se sentía en tiempos remotos, pero sobre todo porque dan forma no solo a roles sociales cambiantes sino a realidades y temores intemporales que tienen que ver con lo peor de la naturaleza humana. La novelista Fred Vargas -premio Princesa de Asturias de las Letras en 2018- ha jugado con habilidad a proyectar sobre la novela negra las sombras aún más negras de estos miedos centenarios recogidos en los cuentos: "La novela policíaca -ha dicho- perpetúa la tradición de los cuentos y las leyendas, se construye sobre la misma estructura, en torno a un peligro vital, ya sea el Minotauro en el laberinto, un dragón escondido en un bosque o un asesino en serie emboscado en la ciudad".
El coco o el hombre del saco simbolizan el miedo de los padres -transmitido como cautela a los hijos- a quienes secuestran y asesinan niños o abusan de ellos. Por desgracia tenemos tantos casos recientes de víctimas infantiles y adolescentes que es innecesario insistir en la actualidad y realidad de lo que en estos cuentos se fabula. El lobo es el acosador que persigue a las niñas y las jóvenes en particular y a las mujeres en general. Internet incluso le ha dado la posibilidad, como al de Caperucita, de disfrazarse para engañar a sus víctimas más jóvenes y confiadas. Como la del coco o el hombre del saco, la actualidad del lobo -el que acecha, persigue y ataca- es por desgracia también incuestionable.
Haciendo real la pesadilla que durante un instante asalta a los padres cuyos hijos se alejan de casa, esa aprensión que intentan descartar como un insano y exagerado temor, una estudiante de Erasmus española de 22 años ha desaparecido en París hoy hace siete días. A veces los temores irrazonables e insanos se convierten en realidad. El lunes apareció su mochila, con su ordenador y su móvil, abandonada en un parque. Desde entonces se contiene la respiración.
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