
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El español que más ha tratado a Francisco
LAS elecciones son el prêt-á-porter de las excusas para justificar la poltrona. Siempre es posible espigar un dato y unas cifras, de todas las posibles comparativas, y convertirlo en traje a medida para dar por buenjos los resultados propios, aunque sean penosos, y reinventar desde ahí la teoría de la relatividad democrática, como sumos sacerdotes de la interpretación de la voluntad ciudadana. El pueblo, arrepentido, lo tiene claro: quiere que dos y dos vuelvan a sumar cuatro, porque ya no vale hacer trampas con el dinero del que se presume y que no se tiene.
Un millón de sevillanos no fueron con alforjas de responsabilidad cívica a las urnas para que, a partir del día siguiente, todos los políticos utilicen los resultados como justificación de su posición de poder dentro de su respectivo partido. La soberanía popular, repartida en mayorías y minorías, es el mandato para que todos se dediquen ya, en la consabida resaca electoral, a formular propuestas anticrisis, a conocer a fondo a los protagonistas de la economía productiva, a hacer muchas cuentas. Me temo que van a seguir con la estéril política de declaraciones punzantes. Y no sólo porque se aprestan a medirse en las elecciones andaluzas más decisivas desde el statu quo del 28-F. La actitud de muchos dirigentes a la hora de tergiversar las victorias y los fracasos tiene también mucho que ver con la falta de alternativa laboral para ellos en el mercado profesional. Hacer carrera dentro de un partido es su forma de ganarse la vida, no tienen otra, y con tal de mantenerse en el tinglado son capaces de justificar lo inverosímil.
La larguísima campaña de estas elecciones anticipadas se ha caracterizado, aún más que las anteriores, por la falta de propuestas. Con la nación asaeteada a diario de malas noticias económicas y desautorizaciones de las previsiones macroeconómicas, la melée mitinera y los vídeos para internet tenían como único objetivo decir que los antagonistas son peores para pilotar la nave a la deriva. Magro bagaje que ya el electorado profundamente decepcionado no compra ni de saldo lastimero. Todos los candidatos se han callado qué medidas drásticas acometerían para aplacar el enojo que la Unión Europea tiene con el volumen de parados de España y con la gigantesca deuda de las inmobiliarias. Todos han insuflado el miedo a las otras siglas y todos han tenido miedo de mostrarse como dirigentes que le dicen la verdad al vecindario y le recortan prestaciones que ahora no se pueden sufragar.
Dejen de contar los votos y trabajen de lo lindo para reinventar el nivel educativo y el cariz productivo de la sociedad. No sólo tiene tarea Rajoy con la prima de riesgo. Cada uno, a su escala, cuenta con una cantidad ingente de problemas a la espera de propuestas. Por ejemplo, ¿en qué actividades remuneradas mediante contrato legal pueden reciclarse los obreros de la construcción debarrios y pueblos que tienen más de 45 años de edad y están en el paro desde que se hundió el sector del ladrillo? Afronten la cruda realidad y déjense de milongas.
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