La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
La tribuna
HABÍA leído, y aún conservo, el libro de Virginia Woolf titulado Una habitación propia, pero Lumen ha editado el mismo ensayo, traducido por Jorge Luis Borges, con prologo del escritor vasco Kirmen Uribe, y lo ha titulado Un cuarto propio. ¿Hay alguna razón para diferenciar entre "habitación" y "cuarto"? No lo sé, y no lo he consultado con sabias amigas, como Laura Freixas, que saben mucho de mujer y literatura, y de este libro, pero creo que, a priori, tampoco tiene demasiada importancia. Se trata de ese espacio propio vital para la vida de las mujeres.
Por otra parte, lo relevante es la actualidad de este ensayo, escrito en 1929, sobre la mujer y la novela. En él la autora afirma: "Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio, y eso, como ustedes verán, deja sin resolver el magno problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela"
La vigencia de esa expresión, tener dinero y un cuarto propio, es evidente, porque las mujeres, sin ambas cosas, espacio autónomo y recursos económicos, no podrán tener voz propia. El prologuista del libro escribe: "Sigue existiendo una violencia estructural hacia las mujeres. Una violencia no solo física, sino también de lenguaje, de relaciones de poder, al fin y al cabo, en el que el hombre siempre pretende imponerse".
El poder masculino parece siempre lo natural, lo lógico, desde aquella historia que nos enseñaron de que la mujer procede de la costilla de Adán. Las religiones, todas, han sometido a las mujeres y el patriarcado ha completado esa superioridad masculina. Fueron excluidas del reconocimiento de los derechos y se emplearon siglos en su consecución formal, que aún no es real, aunque muchos lo nieguen, pero la realidad es tozuda y el retroceso en derechos y libertades que, con carácter general, se está produciendo afecta de manera especial, una vez más, a las mujeres, que son las que más lo padecen. Los datos de los organismos internacionales más prestigiosos están ahí y no voy a repetirlos, pero constatan que hay desigualdad en el acceso al trabajo, en los salarios, en violencia física y psicológica, en acoso, en lenguaje y, en definitiva, en los roles asignados desde la cuna hasta la muerte, difíciles, muy difíciles, de cambiar.
Las mujeres, la mitad de la humanidad, necesitamos "un cuarto propio", no ya para escribir novelas, sino para ser libres e iguales. El cuarto propio es solo un símbolo de la necesidad de ser autónomas, para que, además de esposas y madres, puedan tener voz propia. La crisis global en la que estamos lo está arrasando todo, la igualdad lo primero, sin ser conscientes de que cuando las desigualdades crecen, las injusticias aumentan. A los hechos me remito.
Las mujeres quedaron excluidas de lo público basándose en que su naturaleza les impide formar parte de la comunidad civil y política. La médula de lo que conocemos como sociedad patriarcal no se ha roto. Somos deudoras del movimiento feminista, cuyas raíces están en la Ilustración, que es un movimiento social, plural y diverso. El feminismo ha tenido, y aún tiene, esa mala prensa que el machismo dominante le ha dado, y al que han sucumbido también muchas mujeres.
Las mujeres hemos sido las reproductoras de la especie humana y la recompensa ha sido la exclusión social más absoluta. Los problemas que la humanidad tiene, muchos y muy graves, no se pueden resolver sin que las mujeres tengan ese espacio propio de libertad del que habló esta escritora inglesa, Virginia Woolf, un referente del feminismo, necesario para una vida en igualdad entre los géneros.
Hoy, la falta de libertad, y la desigualdad, se va extendiendo, como una terrible mancha, a una parte muy numerosa de la población; lo que está pasando con los refugiados, que huyen de la guerra que los asuela, y con la emigración, que huye de la pobreza que los mata, es sobrecogedor. Afecta a hombres, mujeres y niños, pero también más a las mujeres que sufren este éxodo obligado, embarazadas o amamantando a sus hijos. Necesitan tod@s ser libres e iguales: "Las dos caras de un mismo ideal, el ideal democrático" (Rawls).
En el prologo de Un cuarto propio, Kirmen Uribe escribe: "Diría que Woolf acierta, con la reivindicación de un espacio propio, a dar voz no solamente a las mujeres, sino a todas las individualidades y comunidades que en algún momento se han sentido excluida y sin lugar. Resumiendo, abre ventanas a la libertad". La vigencia de lo escrito por esta mujer, a comienzos del siglo pasado, sirve también para hoy, porque toda la humanidad necesita tener su propio espacio de libertad.
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