La lluvia en Sevilla
Carmen Camacho
Multicapa
DE POCO UN TODO
NO he de callar por más que con el índice (bursátil) silencio impongan o amenacen miedo. Es momento -nos advierten- de generar confianza. En eso se concentra Zapatero. Primero, la generó negando la crisis; luego, imputándosela a Bush; después, yéndose a Washington; y de un tiempo a esta parte, inyectando dinero a diestro y siniestro. Pero tanto tranquilizante es contraproducente. Nada amosca más que el consejo imperioso de que confiemos, de que confiemos mucho, mucho...
Hasta hoy lo único de los políticos que está a la altura de las circunstancias es su presión arterial. Fíjense que están aún más nerviosos que nosotros. Mientras que la gente se consuela pensando que esto es un catarro, ellos hacen movimientos compulsivos que indican que padecemos, como poco, una angina de pecho.
Su preocupación es enorme, pero inútil. La palabra "crisis" tiene una peculiaridad muy oportuna: se escribe igual en singular que en plural. Nuestros políticos la entienden en singular, pero viene en plural. Con una concepción muy monetarista del universo, tanto los socialistas como los populares, que aquí, como en otras muchas cosas, son hermanos siameses, sólo ven una crisis financiera. Por eso creen que lo arreglarán todo a base de repartir nuestro dinero, como robin hoods invertidos, entre los bancos. Es lo que pasa por no pensar nada más que en términos contables.
Pero, sin salirnos de la economía, hay otras crisis superpuestas, como la inmobiliaria, por supuesto, y no olvidemos la del completo sistema industrial, de tecnología despuntada, productividad anémica, innovación inerte y competitividad perdida.
La pobre productividad y la tecnología obsoleta se deben, entre otras cosas, a la crisis educativa. Lleva decenios incubándose y ahora, al calor de los desajustes económicos, dará su peor cara. Mal educar no es gratis, ni para los sujetos pasivos, a los que se limita en su desarrollo personal y profesional, ni para la sociedad en su conjunto, a la que se atrofia.
La crisis educativa, por su parte, se complica con una crisis moral de fondo. Hablar de ella está muy mal visto, pero basta abrir los ojos para verla bien. Aquí es donde nos cruzamos con las cruces y esta manía de descolgarlas a toda costa. Puede que sea una anécdota menor, tal vez; aunque también es posible que la cruz sea la viga maestra de la sociedad occidental, o -por decirlo con palabras del mismo crucificado- esa piedra que desechan los grandes arquitectos, y que es la piedra angular. ¿Cómo saberlo? Pues, aunque no sea lo más prudente, haciendo lo que hacen: quitándola, a ver si esto se hunde (o no) sobre nuestras cabezas.
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