La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
El Gobierno de la nación exige un último esfuerzo de los españoles, de ahí que doña Carmen Calvo haya declarado, solemnemente, que "son tiempos de construcción, concordia y unidad", refiriéndose a la presencia de Bildu en el homenaje a Ernest Lluch. Algo más tarde, los señores de Bildu le recordaban al Gobierno que, una vez aprobados los Presupuestos, tocaba un referéndum para lo suyo. Lo cual nos hace sospechar, ay, sabiendo de su creatividad idiomática, que doña Carmen pronunció concordia y unidad, cuando quizá quiso significar almoneda. Almoneda en su sentido más romo, conocidos ya el precio y las exigencias de ERC, JxCat, Bildu y PNV que vamos a abonar el resto de sus compatriotas, dicho sea sin ánimo de molestarlos.
Esto implica que don Pedro nos pide que creamos, sin prueba alguna, en su carácter constructivo y progresista. Vale decir, que el presidente Sánchez nos pide que fiemos en su naturaleza, en su virtud profética. Sin embargo, las masas reaccionarias, después de cinco siglos de educación científica, exigimos alguna prueba sólida. Y las pruebas nos indican, por un lado, que sus socios preferentes son contrarios a la existencia misma de España; y por otro, que dicha existencia, intolerable para estas almas superiores, debe ser compensada de algún modo, para resarcir tamaña afrenta. Es así como don Pedro ha puesto al señor Rufián como cobrador de alcábalas en la Comunidad de Madrid; no sin concederle antes una formidable gratificación en euros. También es meridiano que tales socios deploran al español por el mero hecho de serlo, considerándolo una raza inferior que debe contenerse (ya conocemos cómo), con el benemérito fin de no contaminar a tan simpáticos y desinteresados racistas.
En esta situación, no resulta fácil ser una persona de progreso. Si uno fuera más suspicaz, pensaría que el señor Sánchez está comprando la voluntad de los separatistas, a un precio inadmisible, para perpetuarse en el poder. Y pensaría también que proyecta aumentarlo, con el apoyo de ERC, en las elecciones catalanas. Si uno fuera desconfiado, repito, pensaría que don Pedro Sánchez anda mucho más pendiente de sus asuntos que de los españoles sin el pedigree adecuado. Pero, ¡ay, cativo!, que nuestro futuro anda en las mejores manos. Baste recordar la plétora invencible: los señores Otegi y Rufián, la señora Borrás y el señor Iglesias, velan ya por nuestro futuro. Entonces uno inspira, respira, cierra los ojos y se dice: son tiempos de concordia, ¿qué puede salir mal?
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