No te creemos, Pedro

La benevolencia consistirá en que la Historia de España pueda tratar a Pedro Sánchez como un mero accidente

Superpaco Sierra, ha nacido una estrella de la política nacional

Pedro Sanchez, en una imagen reciente.
Pedro Sanchez, en una imagen reciente. / M. G.

15 de julio 2023 - 05:00

El gran problema es la falta de credibilidad. No hay otro más importante que el de esta grave carencia. No nos creemos ya cuanto pueda prometer el presidente del Gobierno. Las instituciones podrán recuperar poco a poco su prestigio, los jueces terminarán por elegirse entre ellos, volveremos a considerar las encuestas del CIS, los magistrados del Tribunal Constitucional y el fiscal general del Estado no llegarán en un taxi procedente del Palacio de la Moncloa y el Código Penal servirá para castigar a los delincuentes y no será reformado para ponerlos en libertad. No hay propaganda, palabrería, entrevistas amables ni estrategias de druidas mediocres que solucionen el gran lastre de Pedro Sánchez: una inmensa mayoría no le creemos porque se lo ha ganado a pulso. No porque sea de izquierdas, socialdemócrata, progresista, europeísta, feminista y todas las etiquetas que se quiera prender del pecho. Todas son tan asumibles como respetables.

El problema es él, solamente él. Un tipo que lleva un mes hablando de él, que se define a sí mismo como un político limpio, que navega con fluidez en las aguas del inabarcable océano de su narcisismo, que ha normalizado la vanidad publicitada como código de conducta, que personifica como nadie los males de la política actual, secuestrada no ya por los partidos sino por el primero que sepa vender crecepelos, pócimas y esloganes de consumo rápido. De casi todo se puede salir en la vida con cierta celeridad menos del ridículo. Para eso se necesita tiempo. Sánchez aceptó un sillón cargado de hipotecas, endeudado hasta las cejas por la obligación de devolver los favores, subordinado de peligrosas minorías y, al fin, atrapado en la debilidad de un partido que antaño conoció las más altas cotas de poder institucional que ha habido en España.

Su arrogancia ha sido la propia de quien atesora una mayoría absoluta, pero en realidad está tieso. Se ha dedicado a la imagen, el oropel, la exhibición. Sus socios le han permitido todas esas estupideces del abuso del Falcon y otras parecidas porque, en el fondo, les da exactamente igual mientras el tipo suelte la yesca. El presidente del Gobierno de España está cogido por donde dijimos por partidos minoritarios, ensoberbecidos y descarados. No hay más. Y quieren seguir teniéndolo bien trincado sin que falten los memos de guardia que aplaudan la contribución a la estabilidad de separatistas y filoetarras. Podrán aplicar todo el maquillaje del mundo, toda la propaganda contratada, todo el juego marrullero en los debates, pero la verdad emerge siempre. Sánchez le vendió el alma a cuatro diablos. No son creíbles ni sus andares. Dejará un PSOE reventado, un páramo, un solar. Tal vez la historia, al menos, lo reduzca a un mero accidente.

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