Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Cuanto se vea hoy por la calle en esta mañana de bostezos infantiles de carráncanos, tañidos que anuncian la proximidad del Santísimo, un rosario de estandartes, las tiernas miradas de las santas, los ramos cónicos y bicónicos, las uvas y las espigas, la exquisitez del Niño... Cuanto se descubre hoy por primera vez por los sevillanos que debuten en este Jueves o confirmen lo ya vivido durante décadas... Cuanto ocurre en un santiamén, en un abrir y cerrar de ojos, en un plisplás, como un sueño fugaz que termina con la banda sonora de las pisadas marciales de un desfile... Todo cuanto acontece hoy es fruto del paso de los siglos y del empeño personal de cofrades que resucitaron la gran fiesta que fue de Sevilla, porque el Corpus estaba más que decadente, orillado por los cambios sociales, la Transición incluida, y eclipsado por una Semana Santa en crecimiento. Fueron Juan Castro Nocera y José Sánchez Dubé quienes inventaron el Corpus moderno, los que implicaron a las hermandades en la causa –hermosa donde las haya– y supieron convencer a los canónigos de la necesidad de hacer partícipe a determinadas cofradías con vinculación con las imágenes que forman parte del cortejo. Fue fundamental la visión de Miguel Artillo, prefecto de Liturgia en un Cabildo donde no todos veían las reformas con buenos ojos. Fue tal el éxito que el último paso que se ha incorporado al cortejo, el de Santa Ángela de la Cruz en 2009, se asigna a la Amargura para seguir aquel criterio de confiar en las cofradías. No crean que cuanto vean hoy es fruto de la inercia.
No hay mayor error que dar las cosas por hechas en materia de fiestas mayores, jardines delicados que conviene cuidar con mimo y esmero. El Corpus no es ya la fiesta grande que cuentan los anales que se celebraba centurias atrás, pero tiene una importancia notable pese a que en los años setenta y principios de los ochenta se venía abajo. Tras el impulso de Castro y Sánchez Dubé vinieron, además, el auge de las vísperas y los debates sobre el exceso de cofrades que participan en el cortejo. Pero, por fortuna, se dejó de referir la decadencia y, además, quedaron atrás experimentos más bien raros como el de aquella procesión vespertina de 1973 de la que es mejor no recuperar las crónicas. La gran clave fue apostar por unas cofradías que lejos de generar problemas fueron la solución y el blindaje. Los pasos ganaron en esplendor y los participantes se dispararon. El Corpus de hoy es el creado en buena medida por aquellos señores y por muchos colaboradores leales de los que siguen entre nosotros cofrades como Joaquín de la Peña, Paco Cuéllar y Paco Yoldi. Nada es por casualidad, todo es por trabajo.
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