
Las dos orillas
José Joaquín León
Política internacional
NOTAS AL MARGEN
EL mundo no debería estar en manos de iluminados, pero así es. Trump presume tanto de que su teléfono no para de sonar, que es más que probable que no le llame nadie. El republicano funciona a golpe de bravuconadas y no goza de muchos principios, lo que aún le convierte en más peligroso. Insulta a medio mundo con exabruptos que no se oyen ni en la barra de un bar de carretera. ¿Alguien imagina a Reagan diciendo ‘a mí Gorbachov me besa el culo’? Cuando el auténtico Trump sale a escena como un viejo cowboy que acaba de echarse el penúltimo bourbon al coleto, nos recuerda a una América que ya no existe. De haber nacido en Texas, usaría sombrero, como el ex presidente Bush hijo. Trump defiende los intereses de su país como los de sus negocios, con una política de campanario. Y lo sorprendente es que tras hacerse el harakiri, quienes más pierden son sus socios. Hoy quiere recuperar el papel hegemónico de EEUU en los 80, pero es imposible en un mundo multipolar y globalizado. Su desprecio por la Justicia es tan grosero que su país ha dejado de ejercer como guardián de la democracia. Las bolsas ya no saben si reír o llorar con sus políticas, va por días. Trump ha fastidiado a grandes tecnológicas y pequeños ahorradores. Estaría bien averiguar a qué bolsillos ha ido a parar el dinero con tanto tira y afloja.
Hace medio siglo que las nuevas tecnologías revolucionaron la industria. Los mecanismos de producción se transformaron con los microprocesadores, como reflejó la pujanza de la industria japonesa y la china, mientras que la industria del automóvil americana, por ejemplo, se hundía en la miseria tras dormirse en los laureles. Trump no acepta que EEUU ya no sea el único gran centro de poder mundial y para colmo no está solo en su afán por imponer la ley del más fuerte. Rusia está en manos de un Putin desatado. Europa sigue huérfana de grandes estadistas desde que se marchó Merkel. Macron está de salida, Meloni no inspira la misma confianza que Draghi, Reino Unido va por libre y nuestro país vive en un quiero y no puedo. En lugar de celebrar que no lo hicimos tan mal desde la Transición, sus políticos sólo se entienden a garrotazos. Las mejores cabezas se alejaron de la política y tardarán en volver. Las voces que piden cordura se han quedado roncas de tanto gritar y nadie las escucha. El populismo no da lugar a la razón. Desafiando la amenaza de la Casa Blanca, Pedro Sánchez, el rey del oportunismo político, ha tirado de agenda propia (que no siempre coincide con los intereses del personal), para visitar China en misión diplomática, justo cuando Trump rectificaba con sus amenazas. Sánchez suele caer de pie en mitad de las turbulencias, pero no ha de fiarse de un régimen incompatible con nuestros valores más esenciales. China sólo nos ayudará mientras le convenga. Y EEUU no lo olvidará fácilmente. Ya veremos cómo reacciona Trump, porque hasta ahora solo los mercados han logrado frenarlo en seco.
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