La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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La aldaba
No se creen la democracia, ni la igualdad, ni otros supremos valores cuando llega la hora de la verdad. Quedó claro cuando el ministro de Justicia, notario mayor del Reino, no mostró el mínimo recato ni respeto por el proceso y aseveró que la causa contra Begoña Gómez debía ser archivada “como no puede ser de otra manera”. Ya se vio ayer cuando la encausada se negó a declarar ante el juez. Estaba en su derecho, claro. Pero si no hay nada raro en su actuación, ¿por qué no contestar a las cuestiones? Porque no quieren dar explicaciones, no quieren rendir cuentas, no disimulan el escozor que sienten al ser tratados como iguales. Hemos visto a una Infanta de España hacer el paseíllo y declarar ante el magistrado, a su ex marido entrar en el juzgado de Palma de Mallorca con cara de cadáver mientras recorría aquella cuesta abajo un sábado por la mañana y estaban todas las cámaras de televisión en directo, y al rey emérito largarse de España tras haberse puesto al día con el Fisco “como uno más”. Pero se ve que no tiene las ventajas de los demás. La mujer del presidente del Gobierno no da explicaciones, pide que no se le grabe entrando en el juzgado pese a que cuenta con todos los derechos y garantías procesales, exige que se vigile el acceso a la planta del edificio donde se encuentra el juzgado que la ha citado y, en definitiva, no tiene reparos en solicitar un trato especial al que no han accedido ni miembros de la realeza. En la mesa y en el juego se conoce al caballero. Y en el juzgado, como a la hora de una herencia, sale el pelo de la dehesa.
No sabemos cómo acabará el caso, pues solo corresponde a la Justicia. Pero ya tenemos suficientes datos como para discutir éticamente muchos extremos: las cartas de recomendación, la posición de la Universidad Complutense que pide una investigación y que evidencia que no ha encontrado colaboración a la hora de llevar a cabo la suya propia, la reacción del señor ministro del ramo metiéndose en el caso como un suegro imprudente, el silencio de la señora Gómez... ¿No creía Pedro Sánchez en la justicia de su país? Eso proclamó en el Congreso de los Diputados antes de la primera epístola que dio paso a los cinco días de asueto, entendemos que por asuntos propios. Pues mucho se tapan para evitar la foto, muchas cautelas se piden, muchas condiciones se ponen para cumplir “como una más”. En el cortijo de la Moncloa solo falta oír “Milana, bonita’. Y sabemos quién es el señorito Iván. No Redondo, al que ya echaron. Se le rompió el amor con Pedro de tanto decir la patochada “in my opinion”.
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