La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Sevilla fina en la caja de Sánchez-Dalp
El cargo de concejal de Seguridad Ciudadana es quizás el más ingrato del gobierno local. Quien desempeña sus funciones sabe que los vecinos nunca estarán satisfechos. El otro día murió Antonio Fernández Pérez, infatigable y combativo líder del Arenal, y una de las reacciones que más me llamaron la atención fue la de Manuel García García (PP), delegado de Seguridad Ciudadana siendo alcaldesa Soledad Becerril (1996-1999): "Soy el único responsable de la Policía Local con el que no se enfadó Antonio Fernández", rememoraba don Manuel, que el sábado cumplió 87 años y recibió una lluvia de felicitaciones, incluidas las de históricos comunistas.
La lidia con los vecinos de los once distritos y con los sindicatos de la Policía Local no está pagada con el sueldo de teniente de alcalde. García se recorrió varias noches las zonas de movida de aquellos años noventa, cerró bares y multó a los jóvenes que se hacían pipí en la puerta de la Basílica del Gran Poder.
Cuando la alcaldesa, harta de los desmanes de aquella juventud, insinuó la publicación de la relación de los multados, tuvieron que abortar la iniciativa porque la mayoría de los apellidos eran compuestos y de solera contrastada. Una verdadera vergüenza. El actual delegado de Seguridad, Juan Carlos Cabrera, un socialista que tiene en común con el alcalde Espadas que encaja más con el PSOE de Felipe González que con el del avieso Zapatero y el incalificable Sánchez -lo cual es una garantía- tuvo que dirigirse a tumba abierta a los vecinos del distrito Casco Antiguo a cuenta del problema de la botellona. "No son patriotas", denunció el edil ante los representantes vecinales de la zona.
Denunció comportamientos vergonzosos, reveló que tiene el récord de denuncias como responsable de la Policía y que muchos padres conocen el paradero de sus hijos las noches de los viernes y sábados por la dirección que figura en los hechos denunciados por los agentes. Incluso fue a más y contó a los vecinos que hay padres que acuden a las dependencias municipales a pagar la sanción y les importa un bledo dónde estaban sus hijos. Dejen de culpar a la Policía Local de la botellona. La principal responsabilidad es de los padres, que han entregado la cuchara en el plato de la comodidad. La educación es la clave de todo: el comportamiento en la calle, el aprendizaje de los valores de la igualdad, el respeto a los mayores. Ni la Policía ni el juez Calatayud pueden reeducar a los jóvenes de hoy. No se engañen. El Ayuntamiento, antes del PP y ahora del PSOE, no pueden dar tirones de orejas. Huy, perdón. Que me fríen los buenistas.
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