La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Intolerable dijo el actual ministro para la Transformación Digital, Óscar López, en 2012, cuando Mariano Rajoy perpetró un cambio legal en el método de elección del director general y el consejo de administración de RTVE en virtud del cual Congreso y Senado podrían hacerlo por mayoría absoluta –a que el PP tenía entonces– y no por la mayoría cualificada que obligaba a contar con los votos del PSOE.
Con toda razón, porque se trataba de una maniobra intolerable. Una cacicada tendente a asegurar el control de la radio y la televisión públicas por el partido mayoritario. Intervencionismo incompatible con la deseable independencia del Ente y restrictivo del pluralismo informativo. Es la misma cacicada impulsada ahora por... Óscar López. Por el Gobierno de coalición que, con esta reforma –contrarreforma– reimplanta el criterio de la mayoría absoluta, marginando al partido más votado (PP), excluyendo al tercero (Vox) y dando entrada a los partidos y partiditos de la mayoría parlamentaria que hizo posible la investidura de Pedro Sánchez.
Esto se justifica como única salida al actual bloqueo de los órganos directivos de RTVE. En realidad lo que se persigue es aumentar el control de unos medios informativos que, aunque en franca decadencia, continúan siendo las únicas fuentes de información, formación y ocio de muchos españoles. Y lo que se conseguirá es consolidar el proceso de conversión de la televisión estatal en televisión gubernamental. El siguiente paso es pagar sus servicios a los socios y aliados de Sánchez. Cada uno de ellos, de Junts a Bildu, se beneficiará del chanchullo promoviendo la incorporación a RTVE de periodistas y asesores de su cuerda, y tal vez de programas de su gusto o interés. Como se hacía en Italia en tiempos del pluripartidismo. Un reparto.
En programas y mítines, todos los partidos defienden la necesidad de regenerar los medios de comunicación públicos, y todos ellos, en cuanto se les presenta la oportunidad de dirigirlos o de influir en ellos, trabajan por ponerlos a su servicio. No es escepticismo ni prejuicio gratuitos, es que alguna experiencia he vivido al respecto. Ninguno cree honestamente y con sinceridad consecuente en el pluralismo de los medios y la libertad de los periodistas.
No se engañen. Si han ocupado, o intentado ocupar, instituciones como la Fiscalía del Estado, el Tribunal Constitucional, el Banco de España o el CIS, ¿cómo van a dejar suelto al ente RTVE, tan relevante para la construcción del posmoderno “relato”?
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