¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
La aldaba
Al igual que se engalanan los alrededores de la Catedral con gallardetes para la salida anual de la Patrona, siguiendo el modelo estético que Sevilla estrenó con la boda de la Infanta Elena en 1995, cuando la edil Rosa Bendala dijo que la Avenida tenía estética de Camelot y al Ayuntamiento le habían puesto luces de cuarto de baño, parece que hemos estrenado nueva estética en la recogida de basuras. Sevilla sigue con un problema considerable de exceso de residuos en muchas calles a determinadas horas, pese a la buena voluntad y el esfuerzo evidente de la concejal Evelia Rincón. Mientras se reduce la gravedad del asunto –que estas cosas llevan tiempo, como diría el socialista Antonio Muñoz– el equipo del alcalde Sanz ha ideado colocar nuevos contenedores de color negro, contenedores a la funerala, contenedores con el color de las bolsas de basura de los años ochenta y el tono de esas túnicas que no son de ruan, sino de tela de chintz, ese tejido brillante que convierte en reconocible de lejos a un nazareno.
Si no podemos reducir las basuras y nos hartamos de ver vídeos y fotos de vecinos de Sevilla hartos de las bolsas acumuladas a la espera de ser recogidas, pongamos contenedores negros, de luto, de tristeza por la Sevilla de los excesos que no termina de adecuar los servicios municipales a una demanda disparada. No podemos reeducar ni a determinados vecinos ni a ciertos visitantes –ningún alcalde ni ningún gobierno están para esas labores– pero sí acompañar en el sentimiento a la ciudad. No hay tratamiento eficaz, pero sí una suerte de analgésico. Nos revestimos de dolientes para ganar en indulgencia. El negro siempre ayuda en momentos de zozobra. Lejos de elevar la barbilla y de pecar de soberbios, reconocemos las limitaciones. Sevilla limpia, tarea de todos. Lipasam de luto, una medida de prudencia. Los contenedores de ruan disimulan más la suciedad a la espera del manguerazo que siempre se demora. El negro tapa, el blanco evidencia. Hay que disimular como sea. Más de un año de gobierno y la basura sigue en muchos puntos a la luz del día. Hemos normalizado la cochambre aunque disimulemos la pringue con el socorrido color oscuro. Hasta el alcalde reconoce en plena comparecencia en el Hotel Alfonso XIII uno de los problemas palmarios de Sevilla: “La ciudad está llena de ratas, sí es verdad”. Hay que llamar al flautista de Hamelín, porque dicen las lenguas ácidas que algunas están empadronadas y pagan IBI. No hay quien disimule las ratas. Con los contenedores a la funerala hemos avanzado al tapar algo la suciedad. ¡Y pensar que a Zoido le montaron una huelga de limpieza hace diez años! Porça miseria. Pero tela de porça.
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