Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Ha sacado de sus casillas públicamente a la ex presidenta Susana Díaz, cosa que hasta ahora no era nada fácil. Moreno lo logró en el segundo debate de sus primeras elecciones en Andalucía. Uno de los grandes méritos de la socialista era el cuidado de su imagen pública, que la gente no conociera sus sombras, que tan sólo se deslumbraran con sus luces. Juan Bravo, el último consejero en llegar, el hombre que vino de Ceuta, ha encrespado a Díaz en la sesión parlamentaria de los presupuestos, ha logrado que se vea su peor cara, la de quien niega un simple apretón de manos, un saludo de cortesía. Ya venían avisando en San Telmo que no había mal que por bien no viniera, que la baja repentina de Alberto Valera había permitido la llegada al Ejecutivo (a deshoras) de este Bravo que aparte de cuadrar números y citar sin complejos a Vox, ha demostrado una habilidad impropia en el PP para eso que consiste en "hacer política".
En el PSOE andaluz hay nervios, demasiados. Susana Díaz está irreconocible para muchos. A otros quizás nos sorprende menos su imagen actual por la de años que hace que la conocemos. Ha perdido la posesión del Gobierno, que en realidad ha sido entendida siempre como una propiedad. Eso es duro y deja secuelas. Los socialistas están como las señoras de Los Remedios venidas a menos, cotorreando las glorias pretéritas en un lenguaje cargado de verbos conjugados en presente. Ofrecen una penosa imagen, no pueden disimular una emergente decadencia.
Quizás, como nos confesaba en privado un militante del partido, se evidencia ahora más que nunca que el gran PSOE ha sido solo y exclusivamente el de Felipe. El anterior está en los libros de Historia, donde no todo es para sacar pecho, y el posterior es una sucesión de despropósitos desde el avieso Zapatero hasta el marquetiniano presidente actual. La pérdida del sentido institucional, de la correspondencia del mero saludo, deja en evidencia los nervios de un PSOE de cuello con vena inflamada y ojos desorbitados. Nada bueno en un partido que, pese a sus grandes errores, ha sido fundamental, en general, para la consolidación de una gran clase media española, y en particular para que los sevillanos llevemos más de 25 años yendo a Madrid en alta velocidad. Qué queda de la Susana que se relacionaba con los empresarios del Íbex 35 y que colaboró en la sucesión de la Jefatura del Estado es la única duda todavía para algunos. Otros lo tenemos claro. Susana Díaz ha hecho personaje máximo a Juan Bravo, el de Ceuta, el de los trajes perfectos.
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