Monticello
Víctor J. Vázquez
No es 1978, es 2011
Un cofre sirve para guardar un tesoro. Pero la pregunta es: ¿Puede un edificio histórico funcionar como tal? ¿Un sótano oscuro puede convertirse en una sala llena de luz? Todo depende de la arquitectura. El proyecto de remodelación del Museo Arqueológico de Sevilla en el que trabaja desde hace unos meses el estudio del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra permitirá a los sevillanos contemplar de forma permanente una de las grandes joyas de la secular historia de la ciudad: la mítica colección de objetos de origen fenicio hechos en honor del dios Baal y la diosa Astarté, aparecidos en uno de los cerros de la localidad de Camas. El tesoro de El Carambolo se ubicará así en un contenedor que en buena parte es herencia histórica, pero que al mismo tiempo se convertirá, cuando termine su remodelación integral, en un edificio de corte contemporáneo. Antiguo y actual. Una mixtura entre la llamada Sevilla clásica, uno de cuyos principales cánones estéticos es el estilo regionalista instaurado al calor de la Exposición Iberoamericana de 1929; y la ciudad contemporánea. Esa otra Sevilla que aspira a convertirse en digna referente arquitectónica de la evolución del movimiento moderno que, entre otros, iniciase el suizo Le Corbusier.
Vazquez Consuegra, que ganó el concurso para rehabilitar el museo, ha presentado ya un anteproyecto en el que desarrolla las dos estrategias esenciales que le hicieron imponerse en la convocatoria del Ministerio de Cultura. A saber: crear un nuevo núcleo de comunicación vertical (ascensor y escaleras) añadido al proyecto de Aníbal González, y situado en la parte posterior del edificio para comunicar sus distintos niveles; y abrir el inmueble, a través de sus logias, al Parque de María Luisa, transformando todo el museo en una caja expositiva llena de luz.
Hay, sin embargo, un cambio importante. El motivado por la decisión de dónde ubicar El Carambolo, quizás la pieza más importante de los fondos del Arqueológico, que ha pasado décadas encerrada en la caja de seguridad de una entidad financiera. Vázquez Consuegra ha modificado los parámetros iniciales de su propuesta -que todavía tiene que ser examinada por la Comisión Provincial de Patrimonio- para utilizar como área expositiva singular el semisótano del edificio. Un espacio cerrado y oscuro que Aníbal González diseñó como residual. En este lugar, bajo el óvalo central del museo, irá el gran tesoro fenicio. La decisión obliga a ampliar la altura del sótano para ganar un metro más sobre la cota prevista en origen. Esta operación permitirá transformar el espacio, ahora muerto, en una sala de 3,5 metros de altura libre, donde llegará la luz natural. Allí se ubicará la futura sala de los tesoros, en la que, además de las míticas joyas fenicias, irá buena parte de la colección completa de arqueología y prehistoria de la institución.
El proyecto de nuevo museo, cuyo hilo narrativo se basará en la luz (un sistema especial de iluminación servirá para jerarquizar los distintos itinerarios expositivos), ha reubicado también algunos otros usos secundarios, de manera que en su ala izquierda se dispondrán los espacios complementarios del edificio (sala de usos múltiples, salón de actos, zona de exposiciones temporales) mientras que en su parte derecha se colocará, desde el sótano a las dos plantas superiores, la colección histórica, cuyas piezas más importantes son las de procedencia romana. La cafetería rompe esta disposición, al insertarse de forma independiente en el ala derecha del inmueble, junto a una de sus terrazas exteriores.
En total habrá tres grandes itinerarios: la Sevilla previa a la Híspalis romana, que se ubicará bajo el óvalo, donde irá la sala de los tesoros; la ciudad romana, visigoda, musulmana y cristiana, que ocupará hasta dos niveles del edificio (parte de la planta baja y primera) y una última parte destinada específicamente a la historia de la colección, que funcionará como recorrido autónomo e independiente. Todos ellos estarán hilvanados por el citado sistema de iluminación singular que marcará el tránsito entre las diferentes edades de la Sevilla antigua sin sacrificar la narración historicista. El itinerario expositivo -en el que Vázquez Consuegra trabaja junto a León Carlos Álvarez y Paco Pérez Valencia- es una de las principales innovaciones del proyecto, ya que, en lugar de la mera disposición cronológica, usual en los museos convencionales, pretende contar a los visitantes los diferentes hitos de la Sevilla antigua a través de los múltiples matices de la luz. Cronología del orto y ocaso -por usar la terminología acuñada por Antonio Domínguez Ortiz- de las sucesivas ciudades que, en el fondo, son parte de una sola, y cuyos antiguos orígenes se simbolizarán con la luz del amanecer. La etapa de Híspalis -quizás el periodo más importante para entender la forma de ser de Sevilla- se explicará con la forma de un resplandor intenso. El periodo de Isbilya, más sutil, se glosará mediante luz atenuada. La luminosidad interior será la metáfora de la Sevilla visigoda y los inicios del cristianismo. Los distintos enfrentamientos bélicos se mostrarán sobre un fondo negro.
Este juego escenográfico, concebido específicamente para el Arqueológico, pretende lograr un acercamiento a los objetos expuestos distinto al tradicional. La profundización en la materia arqueológica será tarea del centro de interpretación. El nuevo museo mostrará por tanto las piezas históricas de forma distinta -intentando que los objetos estén desnudos-, pero situándolos en el espacio y en el tiempo de forma que sirvan como reclamo para que el usuario penetre, por otras vías, en la cronología exacta de los periodos históricos de Sevilla.
El resto de la intervención arquitectónica, cuyo presupuesto inicial -a falta de la elaboración del proyecto básico y del proyecto de ejecución- se ha estimado en 33,4 millones de euros, se centra en el espacio más hermoso del edificio de Aníbal González: el óvalo central, actualmente usado como zona de exposiciones. Vázquez Consuegra lo utilizará como vestíbulo central. Conectará las distintas alas del museo a través de dos pasarelas curvadas que permitirán transitar desde las zonas expositivas al área de usos complementarios por puentes de cristal translúcido en los que se creará un juego artificial de figuras y sombras, pero en los que el visitante no podrá detenerse para no restar protagonismo funcional al vientre del edificio histórico.
El lucernario funcionará como el hito principal. De hecho, está llamado a ser el símbolo del edificio, al ser vínculo entre lo regionalista y lo contemporáneo. Vázquez Consuegra conservará el techo horizontal de vidrio y abrirá las tres puertas -como acceso a las diferentes áreas expositivas y a la estructura exterior, de acero y vidrio, que comunicará los diferentes niveles- para meter el parque de María Luisa dentro del museo. Una operación que se completa abriendo las logias. No todas. Sólo cuatro. Las obras, que durarán tres años, probablemente puedan iniciarse en 2011. El museo reabrirá en 2014.
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