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La próxima semana Seix Barral vuelve a poner a la venta uno de los libros más fascinantes que leí mientras preparaba el catálogo y la exposición con los que el Centro Andaluz de las Letras ha rendido homenaje a Manuel Chaves Nogales, al que eligió Clásico Andaluz de 2020. Por él se cruzan figuras como Valle-Inclán, Alcalá Zamora, Largo Caballero y el mismísimo periodista sevillano, porque Josefina Carabias, su discípula, también fue pionera a la hora de informar con tanta honestidad como ingenio de las vidas más significativas de su tiempo. Me refiero a Azaña: Los que le llamábamos don Manuel, que Plaza & Janés publicó en 1980 coincidiendo con el centenario del nacimiento de Manuel Azaña y que ahora vuelve a la vida cuando se cumplen 81 años de la muerte del presidente de la Segunda República y su obra ha pasado ya al dominio público. Esta peculiar biografía que firmó Carabias y se publicó póstumamente estaba descatalogada desde hace años y el ejemplar que compré en una librería de lance de Madrid, El elefante de los libros, conservaba anotaciones de su primera propietaria, Elena, que lo leyó en diciembre de 1980. Sospecho que le gustó tanto como a mí.
Carabias escribió la obra con la convicción de que tenía el deber personal de contar cómo era una figura "nunca olvidada pero sí escarnecida durante decenios" y aunque evita hacer una apología, su particular relato biográfico nos enseña mejor que cien libros de Historia cómo era aquel intelectual que trató de gobernar su país "con razones y con votos y me han respondido con calumnias y fusiles", según dejó escrito el propio Azaña en sus memorias.
Las relaciones de los políticos con los periodistas siempre son controvertidas pero honra a Azaña el haber pedido a Carabias un único favor: que lo ayudara, pero sin que se supiera, a salvar la vida de un hombre. Azaña le pidió que escribiera un artículo contrario a la pena de muerte que ablandara a la opinión pública republicana y evitara el pelotón de fusilamiento al general Sanjurjo, que había organizado en Sevilla en agosto de 1932 un intento de golpe militar fracasado. Sólo por ese capítulo este libro debería ser lectura obligatoria para todos los interesados en la historia del mejor periodismo y es una satisfacción que nuevos lectores vayan a descubrir a través de él a esta mujer leal cuyo código de honor tanto nos recuerda al de Chaves Nogales: escribir con sinceridad y siempre pensando en el lector, en que la gente la comprendiera. "He sacrificado brillo personal para decir cosas verdaderas. Y eso puede que me haya costado algún disgusto en determinados sectores, pero también me ha dado mucha serenidad de ánimo", le contó Carabias a Juby Bustamante en una entrevista en el diario Madrid en 1971, hace ya medio siglo.
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