La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el límite de la vergüenza?
Doble fondo
LA presunta cortesía parlamentaria que se deben guardar los políticos por muy tiesas que se las tengan es algo similar a la de los futbolistas, que hacen gala de amnesia de las patadas e insultos del rival en cuanto acaba el partido. No es el caso del que libran Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, dizque sin fin y que empieza a eternizarse. Tampoco ayuda esa "indecente" patada dialéctica que le dio en la espinilla de la corrupción el líder socialista al presidente en funciones (en tres palabras: "Luis, sé fuerte"), así que no es de extrañar que ayer le hiciera la cobra ante los reporteros gráficos al ignorar la mano tendida de Sánchez, ocupado como estaba Rajoy en abotonarse la chaqueta de su traje de candidato desahuciado. El más votado, sí, el que tiene más escaños, pero sin futuro. Paradojas de una aritmética parlamentaria en la que se visualiza ahora con más nitidez si cabe esa soledad que el PP pudo sobrellevar en el Congreso la pasada legislatura gracias a esa mayoría absoluta que voló del nido de las gaviotas (y unos cuantos cucos y buitres apareados) el 20 de diciembre.
Esa virtud tan aparente de la cortesía está de capa caída estos días. Ahí tenemos al adalid de la nueva política que se presenta en mangas de camisa ante el Jefe del Estado y literalmente de gala para la del cine. Pablo Iglesias quiere protagonizar todas las películas, tenga enfrente a Pedro Sánchez o al mismísimo Robert de Niro.
También destila cortesía Rita Barberá al desaparecer de la faz de los medios, esa antigua alcaldesa mimada por el PP en pleno escándalo en el Ayuntamiento de Valencia, a la que blinda aforada en la Diputación Permanente del Senado, no se le vaya a calentar la lengua con el viejo monipodio ardiendo como una falla más en los juzgados.
Y también hace filigranas virtuosas el PSOE. Su sospechosa cesión de senadores a los independentistas catalanes la llamó "cortesía parlamentaria". Una especie de abrazo del koala, ese contacto físico sin vis erótica entre amigos. Y Sánchez, don desinteresado, dice que no quiere nada a cambio.
Luego dirán que lo cortés no quita lo valiente. No sé.
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