La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Aunque la sobredosis carnavalera no cesa y los trenes viajaron repletos de sevillanos a la Tacita para la cosa del ripio, la sal gordísima y el vámonos que nos vamos, en esta ciudad no cuaja lo del Carnaval. Aquí, se pongan como se pongan los conversos al chirigoteo, no hemos pasado de Manolín y Escalera, aquellos murguistas de quienes nuestros padres hablaban y no paraban. Aquella murga Regaera que hacía las delicias por la Alameda o Triana fue el punto de no retorno para una afición que no arraiga. Y mire usted que somos noveleros y proclives a lo lúdico, que hasta el engendro ese de Halloween ha entrado en el capítulo de tradiciones de ayer de mañana a las que somos tan aficionados. Pero no, el Carnaval no entra en nuestros gustos y costumbres y eso que intentan metérnoslo hasta sin anestesia previa.
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