La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El Gran Mediocre, el ausente y los lacayos en el Congreso del PSOE
Hablo por teléfono con dos amigos castellanos y me hacen una crónica desoladora de la llegada del invierno –el demográfico y el meteorológico– a su ciudad: “Hace mucho frío, oscurece muy temprano, no se ven niños ni jóvenes por las calles, todos son viejos muy abrigados”. Posibles causas: la falta de procreación y la cercanía a Madrid, ese gran vórtice en el centro de España que se traga lo mejor de cada linaje hispano. Lejos, muy lejos de mi ánimo, un discurso antimadrileño. En primer lugar porque nunca tiraré piedras a la ciudad en la que fui novio enamorado, con sus “partiditas de mus y sus fulanitas de tal”, como reza la copla. En segundo, porque tras el discurso contra la capital del reino se esconden no pocos de los carniceros que quieren despiezar el buey español en numerosos despojos de taifas. Y en tercer lugar, porque este de las megaciudades es un fenómeno global e imparable, vinculado a esta extraña fase del capitalismo asiático y prebélico.
¿Cuáles serían las soluciones para estos dos problemas, si es que es posible solucionar algo en este universo regido por la entropía? Vaya usted a saber: prohibir los preservativos, dar dinero a las familias, importar madres de alquiler, bombardear Madrid, parar el reloj de la Historia... como dicen los vendedores de humo, todo se arregla con trabajo e imaginación (risas enlatadas). En Sevilla, además, deberíamos dejarnos de discursos grandilocuentes y prepararnos para ser una ciudad media del sur de Europa, pero con atractivo suficiente para fijar la población joven, algo que desde luego no se consigue con el monocultivo turístico. Ya lo estamos viendo. ¿Existe una sola familia en la ciudad que no tenga a un miembro emigrado en cualquier megalópolis mundial? Emigran, eso sí, con sus títulos de ingeniería debajo del brazo y sus diplomas de inglés avanzado. ¿Se acuerdan cuando los gurús del empleo nos decían que había que fomentar en España la movilidad geográfica? Pues ya lo han conseguido. Y la movilidad geográfica era esto: el desarraigo, la morriña a la hispalense, el AVE y el estar siempre pendiente de si sale algo en Sevilla, aunque sea sacrificando sueldo. Lo que empieza siendo una sana y deseable experiencia de formación termina en una larga vida alienada en un pisito de las afueras del gran Madrid. Por eso es importante que la ciudad avance, mejore sus infraestructuras y sus sistemas de transportes, cree industrias modernas, empleo... En resumen, que se haga atractiva para los jóvenes y no solo para los pre-viejos como nosotros que nos abrigamos en invierno como si estuviésemos en la División Azul.
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