La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
El milagro verde de Amor de Dios demuestra lo mucho que pueden hacer los árboles por hacer hermosa y grata una calle fea e ingrata. Está en el centro histórico, sí. Pero este, reconozcámoslo, tiene calles feas e ingratas. Y no siempre por obra de la piqueta y la mala arquitectura (ni moderna ni leches: mala) que, sobre todo en los años 60 y 70, destrozó tantas calles y plazas sevillanas. Véase el caso de la paralela calle Trajano, aún más fea e ingrata que Amor de Dios –hasta un Aníbal González, el antiguo Colegio de los Luises, tiene un cierto aire transilvano y draculesco– y sin espacio para arbolado que la redima. Los árboles hacen más amable y acogedor lo hermoso, y más humano y habitable lo feo y áspero.
Además de su importantísima función estética, los árboles, en una ciudad como Sevilla, con tan largo y duro verano en una Europa que según la Agencia Europea de Medio Ambiente “es el continente sometido a un proceso más rápido de calentamiento”, son los imprescindibles amigos que proporcionan sombra y hacen bajar algún grado la temperatura. La ciudad vieja de callejas sabiamente estrechas creaba sus propios espacios de sombra y frescor. Al precio de la antigua humedad insalubre en el invierno, sí, pero en el sur de cortos y benignos inviernos y largos y despiadados veranos nos protegemos del calor como en el norte del frío. La ciudad nueva de avenidas y calles anchas o la antigua bárbaramente ensanchada por derribos o actuaciones tan bienintencionadamente torpes y desafortunadas como la peatonalización de la Avenida convertida en el yunque del sol se expone indefensa al Helios inclemente en muchos, muchísimos, casos sin árboles que atenúen el duro tránsito por ellas. Recuérdese que cuando se iniciaron las obras de la mencionada peatonalización de la Avenida lo primero que se hizo fue talar los grandes árboles –un auténtico túnel verde en verano– que iban de Adolfo Rodríguez Jurado a la Puerta de Jerez.
Hace casi justo un año la compañera Cristina Valdivieso informaba de que el 75,8% de los sevillanos viven en zonas con densidades de vegetación inferiores a las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud. Y hace unos días otra compañera, Paz Seco, comentaba lo que el mapa interactivo Shademap dice sobre la sombra (y su ausencia) en Sevilla. Léalo. Y sude. O, a falta de sombrero, póngase un pañuelo con cuatro nudos en la cabeza.
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