Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
PASA LA VIDA
TRES de sesenta y siete. Ése es el porcentaje de acierto en el tiro cuando el Ayuntamiento de Sevilla sale a la cancha para hacer aparcamientos subterráneos. Con esa estadística no podría Alfonso Seoane haberse colocado en la Federación Española de Baloncesto, cuyo equipo directivo tiene cada vez más conexión con Sevilla. Fran Fernández, pivote del tráfico y de los aparcamientos hispalenses, también goza de notable estatura, pero el básket comandado por José Luis Sáez no puede ser el refugio dorado para toda la guardia pretoriana de Alfredo Sánchez Monteseirín, ahora que sus cargos tienen fecha de caducidad. Ni tampoco caben todos en el Cajasol de la ACB por más que lo dirija Leo Chaves.
A Fran Fernández la jugada planeada siempre se le vuelve del revés. Y el respetable, airado por sentir los colores de Sevilla, se pregunta cómo lleva once años de titular en el Ayuntamiento de Sevilla.
Los vecinos de la mayor parte de la ciudad tienen motivos sobrados para hacer un pressing en toda la cancha a los capaces de hacer sólo tres de los 67 parkings que se necesitaban a finales del siglo XX. La excusa municipal es que no hay empresas privadas capaces de acometer esas obras con previa financiación bancaria. Pero no explican por qué los planes eran papel mojado incluso en 2003, cuando en los bancos y cajas ataban los préstamos con longaniza y te financiaban hasta las vacaciones en la aldea del Rocío. La pregunta es cómo se seleccionaba a esas empresas constructoras, tan dudosas que ni ponían en marcha las obras pese a tener a 600 vecinos en Bami y a 520 en el entorno de los Jardines del Valle garantizando con anticipo la contratación de todas las plazas de aparcamiento.
La ciudad de los sin parking, la bloqueda por la doble fila, habrá de autogestionarse la realización de sus aparcamientos en régimen de cooperativas. Empeño difícil, ciertamente. Pero es la solución que les queda. No pueden confiar en un poder local que, por boca de Monteseirín, ha tirado la toalla en sus minutos de la basura.
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