Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
Las dos orillas
UN problema menor se puede convertir en un problema mayor por impericia al solucionarlo. Quienes acusan a las cofradías de ser responsables del secular atraso de Sevilla, o algo así, estarán encantados viendo la evolución de los acontecimientos, tras la decisión de los hermanos de la Esperanza de Triana para que su Cristo de las Tres Caídas no acudiera a Madrid en 2011, con motivo de la visita de Benedicto XVI.
La cuestión ha sido mal llevada desde el principio. Con todos los respetos que merece el arzobispo de Sevilla, monseñor Asenjo, hay que decirle que está muy mal asesorado en cuestión de cofradías. Con este mal asesoramiento se corre el riesgo de cometer errores; y después, en vez de minimizarlos, hacerlos más grandes. Si analizan bien lo sucedido, se darán cuenta de algunas claves insoslayables. Es lógico que los hermanos de la Esperanza de Triana se negaran al traslado del Cristo de las Tres Caídas en su paso a Madrid por dos motivos principales: porque en Sevilla, y más aún en Triana, se considera que las imágenes titulares no son piezas de museo que se ceden aquí o allí; y porque además iban de suplentes, ya que la primera opción era la de trasladar al Cachorro, también trianero, que previamente había desestimado el amable ofrecimiento con excusas más hábiles.
Si lo descartó el Cachorro y no pasó nada, ¿por qué se plantea como una especie de cisma antieclesial que otra cofradía trianera tampoco lo acepte? Monseñor Asenjo se enoja y lo representa en público como una disyuntiva de estáis conmigo, que soy la Iglesia; o estáis contra mí, o sea contra la Iglesia. Y ha hablado de "déficit de eclesialidad" y "falta de formación" de las cofradías, supongo que de todas en general, metiendo en el mismo saco incluso a las que no tenían vela en este entierro.
A monseñor Asenjo han debido explicarle algunas cuestiones básicas. Las cofradías sevillanas, en apariencia, son muy sumisas y disciplinadas con el pastor, pero a la hora de que le toquen a sus Titulares no van en plan rebaño. Y eso no tiene nada que ver con su eclesialidad, sino con sus sentimientos. Si en el Arzobispado hubieran tenido un poco más de diplomacia vaticana, visto el precedente del Cachorro, no habrían perdido el tiempo buscando otra imagen de Triana. Y si el hermano mayor, Adolfo Vela, les dijo que no habría problemas pues se equivocó. Sin embargo, en otra collación probablemente hubieran encontrado alguna cofradía que no opusiera reparos en el traslado a Madrid. Incluso acudirían satisfechos. Pero ya es tarde. Ahora ¿quién se comería el regalito?
Lo malo del cisma de Triana es que lo han facilitado quienes lo critican, y lo peor es que aún lo pueden hacer más grande.
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