La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sevilla es como un fraile paciente
Nadie podía pensar que 76 años después de revolución que fundó la República Popular China, 67 después del Gran Salto Adelante que provocó entre 25 y 40 millones de víctimas por hambruna, 49 después del fin de la Revolución Cultural que provocó cientos de miles de muertes y 36 después de los sucesos de la plaza de Tiananmén que creó uno de los iconos del siglo XX con la foto del estudiante enfrentado a un tanque (que tanto recuerda a las de los ciudadanos enfrentándose a los tanques soviéticos en Budapest en 1956 y en Praga en 1968: los paraísos comunistas no están defendidos por un querubín con una espada ardiente, sino por tanques), China pudiera hibridar la dictadura comunista con el más agresivo capitalismo a partir del programa de Reforma y Apertura iniciado por Deng Xiaoping, autor de la muy pragmática frase “qué más da si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”.
Continuado y ampliado por sus sucesores como un “socialismo con características chinas” ha logrado convertir a China en el segundo país del mundo con más millonarios, un Producto Interno Bruto solo superado por el de Estados Unidos, el sector bancario más acaudalado y la entidad con mayores activos, el Banco Industrial y Comercial de China: una revolución económica única en la historia que ha sacado a 740 millones de personas de la pobreza.
“Hace 40 años –afirma el analista Ether Yin–, el Gobierno decidía el precio de casi todo. Hoy, el mercado decide el precio del 97 % de los bienes y servicios. Hace 40 años, apenas había empresas privadas en el país. Hoy, el 90 % de las empresas son privadas y aportan el 60 % del PIB y el 80 % de los empleos”. Todo sin dejar de ser una dictadura. Ni derechos humanos, ni partidos, ni elecciones, ni libertad de pensamiento y de prensa, ni renuncia al culto a Mao en un curioso modelo de negacionismo parcial que silencia sus errores y crímenes (no pregunten a DeepSeek por estas cosas) a la vez que celebra al revolucionario nacionalista que, según su propia frase, puso a China de pie, mientras la generación Z lo recupera, cabreada por el feroz capitalismo, las condiciones laborales y la creciente desigualdad.
“Cuando China despierte, el mundo temblará”, dijo Napoleón. En 1973 Alain Peyrefitte publicó un libro con este título, pronosticando el despegue chino, al que en 1993 dio continuación en China se ha despertado. Y Silicon Valley tiembla.
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