Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Cada sevillano lleva la pandemia como puede, como sabe o como le dejan las circunstancias. Unos han pedido cita al psiquiatra, otros han engordado como si les hubiesen aplicado tres golpes de bimba, y hasta los hay que han perdido peso por el ejercicio físico, como el letrado Javier Cossío, conocido como la gacela de Los Remedios; o por la pena, penita, pena de estos días que nos han tocado vivir y que a más de uno y de dos les han quitado las ganas del yantar. Vaya por delante, como dos servidores con farol de mano, que aborrecemos los tipos que te saludan con un comentario sobre tu aspecto físico: "Estás más gordo".
Mucho peor aún es el agradador: "Te veo más delgado". Y condenable es el que te felicita por un libro o por un cuadro de los que ha oído pero que todavía no se han conocido, como le pasó al artista Ricardo Suárez, al que un conocido sevillano le gritó por la calle Cuna: "¡Enhorabuena por el cartel, Ricardo! ¡Es magnífico! ¡Magnífico!". El desahogado había leído en la prensa que al pintor le habían encargado un cartel de renombre, pero no cayó en que la obra no existía, estaría hecha bastantes meses después. Esta ciudad cuando quiere quedar bien es capaz de hacer el ridículo. Pues esta pandemia nos ha traído nuevos iconos, más allá de las mascarilla, el gel hidroalcohólico, los guantes y las alfombras higiénicas. ¿Han visto ustedes el chalequillo que luce el concejal Rafael Belmonte? Parece sacado del rodaje de Velvet o de Amar en tiempos revueltos. No se ven ya chalequillos en la Sevilla de los pantalones piratas, las camisetas, las pelambreras al aire y las chanclas en cuanto llegan las calores. No se veía un complemento tan selecto en la Corporación municipal desde las joyas de Rosamar Prieto-Castro, dama de las Fiestas Mayores fuertemente aplaudida en el Teatro Maestranza por la Sevilla de la derecha y de la izquierda, que ya se lo dijo José Ignacio Jiménez Esquivias: "Rosamar, eres como la Virgen de San Roque, le gustas a todo el mundo".
Habría que remontarse al frac de Uruñuela en la Hiniesta. Y añadir otros detalles que son hitos de la democracia en la Plaza Nueva: las nueces de las que se alimentaba Rojas-Marcos en las campañas electorales, el calor que obligaba a Monteseirín a disparar el aire acondicionado en el Ayuntamiento con convocatoria pertinente de los pingüinos, la chaqueta rosa de mil rayas de Raynaud, los botones dorados de la blazer de Gregorio Serrano o, cómo no, las mangas largas de mi Juan (Espadas), mucho mas elegantes que el cuello grande del otro Juan (Marín), cuya contribución a la pandemia fueron las torrijas y otras maniobras de las que ya hablaremos. O no, que diría Rajoy.
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