¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
Hay algo más hermoso que una cereza? Josep Pla decía que el Times de Londres incluía cada año la mención exacta del lugar y de la hora en que se había oído el primer canto del ruiseñor en toda Inglaterra. “Ayer tarde, a las 7 y 36, la señora Buttram oyó cantar a un ruiseñor mientras salía de la escuela parroquial y se dirigía a pie hacia su domicilio de Catsgore, Somerset. Fuentes fidedignas nos han confirmado que se trata del primer ruiseñor de la temporada”. Qué lástima que ya no se publiquen noticias así (sí, porque son noticias, y quizá mucho más importantes que las que llenan los noticieros). Y si fuera verdad el plan de regeneración democrática de los medios que ha anunciado Sánchez –aunque todo se quedará en una más de sus indecentes supercherías–, se anunciaría con toda exactitud la aparición de las primeras cerezas en los mercados y supermercados, tal como hacía el Times con la llegada primaveral de los ruiseñores (aunque uno sospecha que esa historia se la inventó Josep Pla, quien también se inventó que los ruiseñores comían cerezas porque eran muy sibaritas y justo por eso tenían un canto tan hermoso).
En fin, dejémoslo estar. Pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿hay algo más hermoso que una cereza, o mejor aún, que un cuenco de barro repleto de cerezas? ¿Y hay algo que posea un sabor tan delicado, tan indefinible, tan voluptuoso? Y yendo más allá, ¿hay alguna imagen de la naturaleza que pueda competir con un cerezo en flor? Y si es así, ¿qué puede ser? Porque yo no he visto nada tan hermoso. El poeta Issa lo expresó mucho mejor en un haiku inolvidable: “Ningún extraño /bajo el cerezo en flor/ resulta extraño”. Ya ven, los cerezos hasta pueden tener efectos benéficos contra la xenofobia.
No me gustaría sonar como un vergonzoso practicante del escapismo. Están ocurriendo cosas muy graves en nuestro país –cosas que jamás habían ocurrido en los 46 años de democracia– y nadie debería estarse callado. Pero no logro concentrarme en la fealdad abisal de las cosas que ocurren si tengo delante un bol repleto de cerezas. El primer disco en solitario de Paul McCartney mostraba unas cerezas dispersas sobre una mesa. La foto la hizo su mujer, Linda Eastman, y yo diría que es una de las mejores cubiertas de disco de todos los tiempos. Ya saben por qué: frente a un cuenco de cerezas, ningún extraño resulta extraño.
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