La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El sentido de la vida en Sevilla
El presidente Sánchez nos ha anunciado una conmemoración por los cincuenta años de democracia tomando como referencia la muerte del general Franco en noviembre de 1975, bajo el lema de “España en libertad”, mediante la celebración a partir del 8 de enero de más de un centenar de actividades que “inundarán nuestras calles, escuelas, universidades y museos, para poner en valor la gran transformación en este medio siglo de democracia”. Para ello, el Gobierno nombrará un comisionado y creará un comité “de expertos y expertas de reconocido prestigio”. Nada se ha dicho de los nombres, pero tampoco hay que ser muy sagaz para adivinar por dónde van los tiros.
Así sobre la marcha se me ocurren varias objeciones a la idea. Para empezar, no parece de muy buen gusto utilizar para una conmemoración la fecha de la muerte de una persona, por muy odiada que esta sea. La del 20-N, fecha buscada además a propósito para hacerla coincidir con esa misma pero de 1936, indica sobre todo el fin de una época, más que el inicio de nada. Otra cosa es que el hecho inexorable de la muerte del dictador propiciara, vía la Ley de Sucesión que él mismo dejó dispuesta, la designación del rey Juan Carlos como nuevo Jefe del Estado con todos los poderes. Y (siguiente objeción), siendo indubitada la decisión de este último de abrir el país a un sistema democrático mediante el desmontaje ordenado de la arquitectura del Franquismo bajo la sapiencia y eficacia de Torcuato Fernández-Miranda, no parece de recibo articular todo un acontecimiento de Estado en torno a la recuperación de las libertades sin contar con su máximo impulsor, por mucho que se intente disimular su ausencia forzada con la presencia obligada de su hijo y actual Jefe del Estado.
Pero lo peor de todo es el sesgo político que, conociendo al personaje, a buen seguro tomará el proyecto nada más empecemos a conocer sus detalles. Ya el hecho del anuncio por sorpresa, sin contar con la oposición, y sus alusiones a los signos franquistas que todavía perviven al parecer en el Congreso, predispone a enfatizar lo negativo (el Franquismo como espejo fiel de toda la derecha política y sociológica) sobre lo positivo, convenientemente orientado hacia esa izquierda idealizada siempre al lado de las libertades de la que él es el máximo exponente. Más ladrillos al muro, en definitiva, como corresponde a quien ha hecho de la división su forma de ejercer y mantenerse en el poder.
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