¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
El Venerable frente a Los Venerables, Casa Román cumple 90 años. Fue abierta en 1934 por Román Castro Medina en un local cuya historia se puede rastrear hasta 1868, cuando era la tienda y taberna Los Cristales regentada por Pepa la canosa. Casa Román nació mientras el nuevo barrio de Santa Cruz nacía remodelado por los arquitectos regionalistas.
Ayer trataba aquí de la degradación del barrio por sobreexplotación turística. Casa Román es uno de los pocos, poquísimos, supervivientes del Santa Cruz renacido en los años regionalistas sobre las trazas de la antigua judería. Que cuando abrió sus puertas en 193 4 lo hiciera en un local que era tienda y taberna al menos desde mediados del siglo XIX simboliza, de alguna forma, la transformación entera de todo el barrio en esa línea de invención de la tradición tan propia de la Sevilla que va de los Montpensier a la Exposición de 1929.
Numancia nunca vencida por el Escipión del turismo de masas y la tematización del barrio, Casa Román sigue siendo un establecimiento sevillano al que acuden los sevillanos. También los turistas, por supuesto, porque está donde está, pero en pacífica convivencia. Quizás la clave está en que durante sus ocho décadas haya estado regentada por los Castro, desde aquel Román Castro que le dio nombre al actual Antonio Castro.
Esto implica una forma de lealtad al negocio familiar que se refleja en el ambiente, la decoración, el trato y la carta. Fidelidad a lo que el establecimiento fue, voluntad de continuar lo iniciado por los suyos, orgullo por lo que Casa Román ha representado en Sevilla y por los grandes sevillanos que han pasado por ella. Algunos dejando huellas tan hermosas como la fotografía oficial de la coronación de la Amargura que el vecino Manuel Bermudo Barrera –hermano mayor de la Hermandad de San Juan de la Palma nada menos que de 1937 a 1962– regaló al padre de Antonio Castro –macareno de ley– y allí se puede ver, único local sevillano que la conserva expuesta, tantos años después.
Antonio Castro tiene la virtud, por desgracia no frecuente en nuestra ciudad, de sentirse parte de la aristocracia comercial y hostelera de Sevilla, el orgullo de mantener un nombre y un local sin rendirse a la tentación del abandono y a las mudanzas de los tiempos. Con más numantinos nunca vencidos como él, Sevilla conservaría más comercios históricos.
También te puede interesar
Lo último