La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Víctor Fernández, en El partidazo de Cope, la noche de la inauguración de los Juegos Olímpicos, exportó con gracia a España y al mundo la palabra sevillana capirotero para definir el súbito interés e incluso el frenesí por todos los deportes –absolutamente todos– que posee a los enviados especiales y a los televidentes que se pasan las horas ante la pantalla para ver el lanzamiento de jabalina, la escalada de una pared o un duelo de ping-pong. “Yo soy un cateto olímpico –dijo Víctor Fernández–. En Sevilla hay una palabra que es capirotero. Un capirotero es el que solo se pone el capirote el día que sale en Semana Santa y no vuelve a aparecer por su hermandad en todo el año. Pues yo soy un cateto olímpico como muchos enviados especiales que no ven un remo, una canoa y una canasta en todo el año, pero cuando llegan los juegos olímpicos son grandes aficionados”.
Lo del capirotero olímpico que se hace aficionado a todos los deportes solo cada cuatro años es un hallazgo muy propio del humor de Víctor Fernández y del conocimiento de nuestra Semana Santa de quien cada Martes Santo viste túnica y capa blanca y se cubre con un antifaz de terciopelo morado en la cofradía de la que escribió Núñez Herrera: “¿Quién se acuerda ante este Pilatos tan simpático y buen mozo, que yergue junto a los demás su arrogancia, de aquel otro Pilatos, del de la palangana, que tiene una vena de gobernador civil?”.
Por supuesto esto tiene mucho que ver con la participación y los éxitos de atletas españoles. El triunfo de un único deportista puede hacer popular un deporte minoritario, casos de Manolo Santana y el tenis (sin olvidar el precedente de Lilí Álvarez, la primera española que participó –en París y hace justo un siglo, en 1924– en unos juegos olímpicos además de practicar muchos otros deportes –esquí, automovilismo y patinaje– y destacar como periodista deportiva, ensayista y activista feminista) o de la onubense Carolina Marín y el bádminton. Es lógico que los logros de un deportista atraigan la atención sobre un deporte minoritario, dentro o fuera de los Juegos Olímpicos. Pero también se presta a la tan sevillana broma de Víctor Fernández que millones de espectadores e informadores se conviertan en capiroteros olímpicos que siguen con avidez deportes a los que, como hacen los capiroteros cofrades una vez al año con sus hermandades, solo prestan atención cada cuatro años. Enhorabuena, Víctor.
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