¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
TABLADA es un sitio al que sólo se va cuando es estrictamente necesario. En mi memoria aparece como una de esas barriadas muy bien diseñadas en el papel, pero mal mantenida en la realidad. Lo que tenían que ser espacios ajardinados eran terregueriles con socavones, pese a que allí vivía parte de lo más granado de la oficialidad y la suboficialidad del Ejército del Aire (aún no habían llegado los delirios espaciales). En aquella Sevilla de mediados de los ochenta era normal el abandono más absoluto de las zonas públicas. España era un país pobre y con una cierta mentalidad tercermundista en cuestiones urbanísticas. Conocí bien aquella Tablada porque una parte de mi accidentada vida escolar la realicé en el Instituto Carlos Haya. Allí iban los hijos de militares del Aire, pero también muchos adolescentes de Los Remedios y Triana que diariamente cruzábamos varias veces el Campo de la Feria para asistir a clases. Formábamos una larga hilera y, como hormigas laboriosas, avanzábamos hacia nuestro destino charlando despreocupadamente de nuestras cosas. Me imagino que todavía será así. Cuando terminaba la Feria, el Real y antiguo quemadero de la Inquisición se convertía durante semanas en un inmenso basurero. A veces el pestazo era insoportable. Pero a las autoridades municipales parecía importarles un pimiento y los adolescentes preexpo éramos duros para esas cosas. La cosa cambiaba cuando llegábamos a la barriada y caminábamos bajo sus altos cinamomos.
Hace un par de años volví a Tablada, sólo por el gusto de darme un paseo por el pasado. Las cosas habían mejorado algo, pero todavía conservaba ese aire de far-west, de ciudad vacía con remolinos. También se mantenían en pie muchos de sus numerosos árboles, aunque algunos alcorques estaban vacíos. Por eso nos ha extrañado que el plan de reurbanización del Ministerio de Defensa contemple la tala de ¡389 árboles! No hemos podido evitar recordar ese poema de Agustín García Calvo: “Y si asomas, en fin, al estudio/ de altos cristales/ donde el cerebro de la empresa/ dibuja los planes/ de la ruta futura, y corre/ recto el lápiz/ y a derecho y a regla/ los borra los árboles,/ guiada verás de la pura ley/ la mano del que sabe”.
Defensa se excusa diciendo que los árboles, algunos con hasta 70 años, están enfermos y que sustituirá los ejemplares talados, pero hay contrainformes que aseguran que no habría que apear más de 40 ejemplares. Está bien que se pretenda reurbanizar el que podría ser un barrio periférico con gran encanto, pero esto no puede ser a costa de eliminar uno de sus mayores patrimonios. Defensa debe hacer un estudio más fino y detallado, árbol por árbol. Merece la pena por la calidad de vida de los vecinos y por esos adolescentes que aún seguirán haciendo, año tras año, generación tras generación, el camino de Tablada.
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