La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
DE POCO UN TODO
LO que se ha reído todo el mundo siempre a cuenta de los agricultores. Ningún tiempo les satisface: si llueve, ay, y si no llueve, uf. Se pasan la vida mirando al cielo con desconfianza y (casi siempre) con desagradecimiento. Lo suyo, sin embargo, está justificado: el fruto de su trabajo durísimo es muy delicado. Nosotros, que estamos, fíjense, igual o peor con el tiempo, no tenemos, sin embargo, excusa. Todo el mundo protesta ahora del calor, y ayer lo hizo de las lluvias y anteayer del frío y mañana lo hará del viento. Del tiempo que haya, con la excepción de dos o tres días casi irreales de primavera, nos quejamos amargamente.
El viejo refrán "Nunca llueve a gusto de todos" era un prodigio de optimismo, porque daba a entender que al menos llovía a gusto de algunos. Hoy por hoy, todo ocurre a disgusto de todos. No hay que ser adivino para ver de qué hablará (mal) la gente durante el día. Basta abrir la persiana.
Una ventaja de ser poeta, que alguna tenía que tener, es que siempre se anda en otro tiempo, ya sea con la memoria (¡oh, aquellos inviernos lluviosos de la niñez!) o de la fantasía (¡ay, el frío del curso escolar que se me echa encima!). Por eso, cuando uno se fija en el tiempo de hoy lo encuentra maravilloso. Basta recordar las olas de frío de hace unos pocos meses, para hacer surfing de agradecimiento por estas olas de calor de ahora. Y viceversa: bastará recordar el verano tórrido que estamos echando para disfrutar de los bajo cero por venir.
Si esto no les consuela o les suena demasiado retorcido, recuerden un poema de Yeats, titulado La rueda, que advierte: "A través del invierno invocamos la primavera,/ toda la primavera llamamos al verano,/ y cuando ya resuenan los setos desbordantes/ declaramos que lo mejor es el invierno./ Y después nada hay bueno/ porque la primavera no ha venido./ No sabemos que aquello que perturba nuestra sangre/ es sólo la nostalgia de la tumba". Siento haberles dado el susto del último verso, pero quizá la sacudida nos ayude a disfrutar del presente de una vez.
Y no se trata tampoco de no protestar, sino de buscar motivos de calado. Qué extraño e inquietante lo que está pasando en Melilla, por ejemplo, o esas maniobras raras para que el Tribunal Constitucional vote a favor de la ley del aborto, diga lo que diga la Constitución, o la rauda predisposición de nuestro Gobierno para ceder ante todos los terroristas y piratas que en el mundo son. Ahí sí que los tiempos están malos de verdad. Y esperen ustedes a que acaben las vacaciones y se reactive la crisis. Para calor, el otoño caliente que se avecina. Va a ser un sofoco.
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