Tomás García

La calle Sardinas en Sevilla

07 de septiembre 2024 - 03:08

La actual calle Gerona discurre entre las proximidades de la iglesia de Santa Catalina y la antigua plaza del Espíritu Santo en la confluencia de las vías Santa Ángela de la Cruz, Espíritu Santo, Dueñas y San Juan de la Palma. Presenta desde antaño dos tramos bien definidos: el comprendido entre la esquina con la calle Alhóndiga y Doña María Coronel, documentado desde el s. XV como c/ Sardinas; el que cubre desde Doña María Coronel hasta Santa Ángela de la Cruz, rotulado desde siglos atrás como c/ Calderería por la existencia en ella de una de las tres caldererías de la ciudad. Ambas se fundirán en una sola calle a comienzos del s. XIX, recibiendo el nombre genérico de Sardinas, y en 1845 pasa a ser conocida por la denominación de Gerona. Contuvo las traseras de dos conventos desaparecidos y mantiene aún casas señoriales, como la trazada por Aníbal González o las dos de José Gómez Millán. Juan Ramón Jiménez residió en el número 26 tras arribar en 1896 a Sevilla para estudiar Derecho, aunque se dedicó más bien a pintar y escribir: “Cuando yo estaba pintando allí en la calle Gerona, paralela a la de Dueñas, en donde seguramente vi a Antonio Machado, nueve años mayor que yo, cuando yo no sabía quién era...” (La corriente infinita). Es necesario decir que dicho encuentro no pudo ocurrir, pues Machado tenía 21 años cuando Juan Ramón llega a Sevilla y llevaba desde los ocho en Madrid.

El bar El Rinconcillo ocupa un inmueble que se hallaba desde tiempos de Alfonso X dentro de una zona donde abundaban las llamadas “casas tiendas” y cercano a la gran alhóndiga, habiendo pertenecido al monasterio de San Clemente desde dicha época medieval hasta las desamortizaciones conventuales de 1835. Esta emblemática taberna registra sus inicios como mesón en el s. XVI, siendo regentada desde 1833 por la familia Rueda, de origen montañés. Su hermosa fachada sería remodelada por el gran arquitecto regionalista José Espiau y Muñoz a principios del pasado siglo.

Las factorías de salazones de pescado estaban presentes en Sevilla desde época romana, algunos restos de las cuales se muestran en el Antiquarium de la Encarnación, y se producía pescado ahumado desde tiempos islámicos en el Barrio de los Humeros. La nomenclatura de Sardinas presenta un origen incierto, aunque es posible que el apelativo estuviera relacionado con la permanencia en su entorno de actividades mercantiles relacionadas con la comercialización de este tipo de alimentos. Las sardinas procedían mayormente de la costa de Huelva, desde Ayamonte a Doñana, y se salaban o ahumaban antes de transportarlas en barricas hasta la urbe hispalense, siendo mantenidas durante las largas travesías en unos recipientes de barro –“jarras”– que contenían hasta dos mil piezas cada uno. No sería extraño, pues, que la calle Sardinas tuviera algún vínculo con la producción o distribución de este pescado esencial en la dieta de los navegantes que zarpaban hacia el Nuevo Mundo en la Flota de Indias...

stats