Notas al margen
David Fernández
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Calle Rioja
Es para sacar pecho como ciudad. Tarde del viernes. Sale un montón de gente del cine Cervantes y a renglón seguido empieza a entrar otro numeroso grupo de espectadores. Los que salen acaban de ver Aníbal, el arquitecto de Sevilla, el documental dirigido por Paco Ortiz con producción de José Carlos de Isla. Los que entran verán Sembrando sueños, la película que Alfonso Sánchez ha dirigido sobre los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. Tres personajes del siglo XIX en una calle que guarda como oro en paño dos legados de ese periodo: el propio cine Cervantes, que abre sus puertas en octubre de 1873, el año de la Primera República y del nacimiento de Joaquín Álvarez Quintero, y el Instituto San Isidoro, donde estudiaron los dramaturgos de Utrera y uno de los autores a los que más admiraban, el poeta Gustavo Adolfo Bécquer.
Serafín nace en 1871, Joaquín en 1873 y Aníbal González en 1876. Entre los dramaturgos y el arquitecto, los Machado: Manuel nace en 1874, Antonio en 1875. La Sevilla que echa a andar literalmente en el último cuarto del siglo XIX. Manuel Machado también fue alumno del San Isidoro y tuvo que cruzarse en sus pasillos y sus aulas con los autores de Malvaloca o La puebla de las mujeres. “Nadie podría inventarse una ciudad como Sevilla”, dirá Arturo Pérez-Reverte en un texto que acompaña el libreto de la película sobre Aníbal González. El creador de Alatriste es una de las voces que aparecen en la película sobre los Quintero. El arquitecto se inventó una ciudad. Muy cerca de la Plaza de España hay una glorieta que recuerda a los Álvarez Quintero, donde aparecen muchas de las obras que escribieron al alimón. Estuvieron a punto de tirar la toalla y después las grandes damas del teatro español querían interpretar sus obras: Margarita Xirgu, María Guerrero, Pastora Imperio, Catalina Bárcena, Lola Membrives… En 1888, cuando Serafín tenía 17 años y Joaquín 15, presentan en el teatro-cine Cervantes su juguete cómico Esgrima y amor. Un guiño a una de las aficiones de su padre, Joaquín Álvarez Hazañas, el marido de Candelaria Quintero.
En la misma calle Amor de Dios del cine Cervantes donde debutaron los Álvarez Quintero como dramaturgos hay un edificio de Aníbal González. Otro nexo entre ambas películas es que la música en las dos es de Pablo Cervantes. Una música de época, de sueños construidos con la palabra de los dramaturgos y con el papel en blanco de los dibujos de un arquitecto.
Para los Álvarez Quintero y su “gemelismo” teatral valen las palabras que Pablo Gutiérrez-Alviz, director de la Academia de Buenas Letras, pronunció recientemente sobre los Machado en la Diputación de Burgos en el hermanamiento de la Academia de Buenas Letras de Sevilla con la Real Academia Burgense de Historia y Bellas Artes. “Los hermanos Manuel y Antonio (Machado) se querían y admiraban, escribieron juntos y ninguno fue el bueno y el malo”. En ambos casos, un Quintero (Serafín) y un Machado (Antonio) mueren en plena guerra civil. Joaquín y Manuel morirán en la posguerra. El 19 de febrero de 1938, tal día como hoy de hace 86 años, Manuel Machado (1874-1947) pronuncia en el Palacio de San Telmo de San Sebastián su discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua. Lo tituló Semi-ficción y probabiblidad. Los detalles de la sesión los da Joaquín Pérez Azaústre en su obra El querido hermano. La última vez que vio a su hermano Antonio fue el 9 de julio de 1936 en el domicilio familiar de Madrid. La prensa franquista criticó que mencionara a Baudelaire, Rimbaud y André Gide en su discurso, “la pléyade de poetas satánicos y cabareteros de Europa”, como diría José María Pemán en su respuesta al discurso. Antonio Machado (1875-1939) fue nominado para la Academia en 1927, pero nunca llegó a leer su discurso de ingreso. En la última foto de los hermanos Quintero, que llegaron a ser detenidos en el 36, aparecen con Melchor Rodríguez, el Ángel Rojo, el trianero que salvó tantas vidas como director general de Prisiones de la República.
Alfonso Guerra y Eva Díaz Pérez serán los comisarios de una exposición que se inaugurará en Sevilla sobre los Machado. El ex vicepresidente del Gobierno también interviene en el documental sobre los Quintero. Habla de ese grupo de amigos entre los que estaba Cernuda que fueron a ver la obra El Patio, una de las más populares de los hermanos, con intención de mofarse y el autor de Ocnos salió deslumbrado. Dicen sus biógrafos que el día que murió Cernuda, en su máquina de escribir en la casa mexicana de Concha Méndez se encontró un folio con reflexiones sobre el teatro de los Quintero. La librería Antonio Machado que abre Alfonso Guerra estuvo hasta su cierre en la calle Álvarez Quintero, donde vivió Ramón Carande, que fue rector de la Universidad de Sevilla como el abuelo de los Machado.
Los hermanos Machado serán objeto de una triple exposición (Burgos, Madrid, Sevilla) para 2024 y 2025, 150 aniversario de los nacimientos respectivos de Manuel y de Antonio. El que comulgaba “con Montmarte y con la Macarena” y el que retrataba a los “devotos de Frascuelo y de María”. Semejante conmemoración ha pasado desapercibida en el caso de los hermanos Álvarez Quintero, con honrosas excepciones como el libro De la H a la E: otra mirada sobre los hermanos Álvarez Quintero (Discursos, Polémicas y Homenajes), obra de Pedro Sánchez Núñez patrocinada por Fundación Caja Rural de Utrera.
En la película Sembrando sueños se cuenta el descubrimiento de los Quintero por parte de un cuarteto de actores (Antonia Gómez, Carmen Canivell, Alberto López, Alfonso Sánchez). Las envidias que provocó su éxito (Valle-Inclán dirá que por el bien del teatro habría que fusilarlos), el homenaje que ambos le harán a Galdós, las cariñosas críticas que les dedicó Emilia Pardo Bazán.
Los Quintero fueron académicos mucho antes que los Machado. Los detalles de ambos ingresos los da Sánchez Núñez con los datos que le proporcionó Covadonga de Quintana, directora del Archivo de la Real Academia de la Lengua. Serafín Álvarez Quintero (1871-1938) pronuncia su discurso de ingreso el 21 de noviembre de 1920. Ocupó el sillón H que ocupaba Segismundo Moret, político gaditano que fue presidente del Gobierno y del Congreso de los Diputados. Un sillón que también había ocupado Alberto Lista, primer director del Instituto San Isidoro donde estudiaron los Quintero y Manuel Machado. Joaquín Álvarez Quintero (1873-1944) ocupará el sillón E por fallecimiento de José Ortega Munilla, periodista, padre de Ortega y Gasset. Pronuncia su discurso de ingreso el 26 de abril de 1925. Le respondió Azorín. Niceto Alcalá-Zamora, que seis años después sería presidente de la Segunda República (la segunda en el currículum de los Quintero) le pidió seis invitaciones al director de la Academia de la Lengua, el cervantista de Osuna Francisco Rodríguez Marín.
Los Quintero ingresan en la Academia la década en la que se consagra como soñador de Sevilla el arquitecto Aníbal González (1876-1929), que muere unos días después de la inauguración de la Exposición Iberoamericana por la que tanto hizo. Sus vidas se entrecruzan estos días en el cine Cervantes gracias a la osadía y el talento de sendos equipos de jóvenes cineastas conscientes de que los siglos XIX y XXI tienen los mismos dígitos cambiados. En la película sobre Aníbal, que tuvo sus particulares guerras púnicas, se oye el testimonio de su biógrafo, el también arquitecto Víctor Pérez Escolano, y el de su nieto, Aníbal González Serrano, hilo conductor de la historia, profesional de la odontología, que es una arquitectura de interiores.
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