¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
MIRA que nos lo advierten. En el fútbol sólo hay presente, manda el partido a partido, aceitunita comida, huesecito fuera, pájaro en mano vale lo que no sale en las cuentas de la lechera y quien no piense de esa manera está abocado a estrellarse.
Pues nada. Cada año adelantamos más las cábalas. Los tambores aún no resuenan en Cuaresma y ya estamos mirando la letra pequeña de los contratos, enseñándole a Quique Sánchez Flores dónde está la puerta por si acaso no cumple del todo con el perfil y preguntando al hermano de Sergio Ramos si habría alguna posibilidad de que ese contrato a la baja de un año se fuera a dos desafiando el brillo dorado y púrpura de los sillones repujados donde reposan las petromillonarias posaderas de los jeques.
Uno a veces duda si todo surge de este nuevo periodismo volátil, insustancial y de pintura metalizada que se ha coronado con la alianza diabólica de las redes o de la falta de cultura futbolística de quienes filtran interesadamente acuerdos de letra pequeña que en los tiempos de García eran un apretón de manos y la palabra de un hombre de carta cabal. Entonces el dios de las ondas tenía a media España trasnochando sin más soplo que la factura de un restaurante.
Con el enfermo con mejor colorcito pero todavía sin subir a planta, al madrileño se la han puesto como a Fernando VII o, utilizando la jerga balompédica, flojita, botando y añadiría que con el portero adelantado. “El contrato está en un cajón desde que se firmó”, soltó Quique cuando le preguntaron por no sé qué cláusula de un acuerdo que el propio club anunció en su día que se firmó hasta 2025. Con estas simples palabras demuestra el médico que está más preocupado que los familiares. Precioso todo.
Luego un nuevo análisis complica la cosa, o el Cádiz le gana al Atlético y entran otra vez en pánico y demuestran que los bandazos también se pueden dar cuando las cosas funcionan. Ya lo canto su tía, una grande: “Pena, penita, pena”.
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