¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
La ciudadanía al peso. Mucha gente, cuanta más mejor. Así funcionan entre nosotros ahora las cosas en todos los ámbitos: cívicos, políticos, religiosos y festivos. Lo que era propio de las dictaduras en Europa y de la democracia en Estados Unidos es apetecido por todos. Mira que le gustaba a un dictador llenar de multitudes el Campo Zeppelin de Nuremberg, la Vía de los Foros Imperiales de Roma, la madrileña plaza de Oriente, la plaza Roja de Moscú, la plaza de Tiananmen de Pekín o la plaza de Kim Il-sung en Corea del Norte (en los dos últimos casos hay que decirlo en presente: el comunismo es resistente). Y mira que les gusta a los americanos, sobre todo a los de Nueva York, abarrotar las calles para celebrar a sus héroes llevados en descapotables rodeados de policías y mayorettes mientras llueven papelitos y mostrar al mundo Times Square abarrotado en fin de año (el único evento multitudinario del mundo creado por un periódico, el New York Times, cuando su redacción se mudó allí en 1904).
Sin ser ni una dictadura ni yanqui, a Sevilla ha llegado esta obsesión por las masas, por organizar eventos, magnas y tracas finales que concentren el mayor número posible de ciudadanos. Aquí había bullas, no masas. Y no son lo mismo, pese a que la RAE las iguale definiendo masa como “muchedumbre” y bulla como “concurrencia de mucha gente”. Hay que precisar que también define bulla como “gritería o ruido que hacen una o más personas”, de dónde vienen bullanga y bullanguero, lo que no nos afecta (o no nos afectaba) porque la bulla sevillana se caracteriza (o se caracterizaba) por su cívico saber estar y auto ordenarse gracias a su conocimiento de los ritos de la ciudad en los que todos eran actores y no meros espectadores.
Es de temer que en Sevilla la bulla se haya convertido en masa que tiene que ser vallada y cecopeada porque, a diferencia de la bulla, no sabe estar, se ha aculturado y desconoce su papel en los ritos populares de la ciudad. Las autoridades fomentan las concentraciones masivas, como ha sucedido con el encendido del alumbrado navideño, que superan el dispositivo policial y generan situaciones de tensión. En lo que a la Semana Santa se refiere, el reino de la antigua sabia bulla sevillana por excelencia, qué quieren que les diga: la evangelización al peso, el éxito medido por número de pasos sacados a destiempo y por las masas que congregan.
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