La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
DE POCO UN TODO
EL parlamentarismo sigue perdiendo terreno frente a la partitocracia. Comparen el peso mediático de los congresos. En el de los Diputados, sede de la soberanía nacional, la cuestión es si Miguel Sebastián se pone o no la corbata. En el del PP, muy celebrado por sus adversarios, se dan otro viaje (al centro). Y en el del PSOE se conjuran para la transformación de la sociedad, que eso sí es un viaje.
Yo, que he sido muy crítico con ZP, me enorgullezco de no haberle llamado bobo ni al principio. No lo es. De hecho, en la primera legislatura se pasó de listo y abrió demasiados melones. La negociación con ETA, los extravagantes estatutos o la excéntrica política internacional fueron asuntos muy contestados por la opinión pública. Pero el tipo aprende rápido y, si se le pudo acusar entonces de aprendiz de brujo, hoy es un brujo revalidado por las elecciones y con experiencia.
Por eso se concentra en la ingeniería social, esto es, en ampliar el aborto, en introducir la eutanasia, en alentar la experimentación con embriones y en reinventar la familia. Es una jugada maestra… para sus intereses. Primero, consigue neutralizar a un PP empeñado en ser el más moderno de la fiesta; incapaz, por tanto, de oponerse a lo que considera, en el fondo, la avanzadilla del progreso. Hay quien confunde la modernidad con el microondas y en el PP la confunden con la fecundación in vitro, si me permiten las metonimias. Hasta que la derecha (o como se llame) no ofrezca a la sociedad otra manera de ver la vida, la técnica y el progreso material y espiritual, se quedará siempre pasmada ante las audacias de la izquierda. ZP lo sabe. Quienes le reprochan que proclame que su proyecto ideológico será inasequible a la alternancia olvidan que la alternancia es la tarea de la oposición y que, si no la propone, es su problema.
En segundo lugar, ZP desplaza a un segundo plano la crisis económica. Yerra Rajoy al pensar que el dinero es lo único que preocupa a los españoles. La gente valora aún más la salud, la libertad, la familia, la intimidad…, y es muy sensible a los discursos que, con toda la demagogia que se quiera, al menos hablan de ello. A los pueblos los mueven los poetas, y ZP lo recuerda. De ahí su constante retórica. Pero como de lírica anda cortito (véase Gamoneda) recurre a una paronomasia: a los pueblos los mueven las probetas.
Y, por último, apunta a su objetivo último. El poder es expansivo y él busca más poder, lógicamente. Entrometerse no sólo en lo que pensamos y decimos (a través de lo políticamente correcto), sino también en cómo nacemos y cuándo moriremos. Cuidado: ya no es un aprendiz.
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