La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Balcón de sol
EN Sevilla no se habla de otra cosa que la faena de de Juan Ortega. El que no estuvo pregunta. El que estuvo, orgulloso, la cuenta. El asiduo que se quedó en la Feria, malhumorado, abandonó el real temprano, abochornado, maldiciendo al Tío Pepe, a La Ina y a todo el vino del marco de Jerez. El que lo vio se fue al real, terminada la corrida, a celebrar el triunfo con el vino del marco de Jerez que su paisano maldecía, para terminar, a las claritas del día, toreando de salón por las calles de Sevilla.
El público asiste a la plaza en menor medida que otros días. Es curioso, siendo martes de Feria. Antaño los días de Feria la plaza se llenaba siempre, torease Pelé o Melé. Ahora no es así, los tiempos cambian, los gustos del público también, y si el cartel es algo más flojo, prefiere quedarse en la Feria o, simplemente, en su casa, reponiéndo fuerzas para una Feria de Abril sobredimensionada. También la Feria taurina se hace por momentos larga y, a lo mejor, es el momento de recortarla.
La corrida de ayer me sorprendió cuando la vi anunciada en los carteles. Me extrañaba que una ganadería como la de Garcigrande, la predilecta de las figuras, que en los últimos años había lidiado toros tan notables, la mataran toreros del segundo nivel, La corrida, de desigual presentación, como antiguamente le pasaba al toro de Atanasio Lisardo, fue abanta y mansa en el primer tercio, y si bien en la muleta sacaron nobleza, en general mansearon, defendiéndose y desarrollando sentido. En definitiva, una corrida áspera y dura, muy alejada del garcigrande bravo y noble en el último tercio que hemos visto en los últimos años.
Cayetano vino una vez más a Sevilla y una vez más no pasó nada. No hay razones, salvo de despacho, que justifiquen su inclusión en los carteles. Es un torero de raza pero que torea muy rígido, envaretado, y con muy poco temple, cogiéndole mucho los engaños. Es, por el contrario, un matador certero y seguro que ejecuta muy bien la suerte. Pasa por la Feria con más pena que gloria.
Es una alegría ver a Emilio de Justo volver por sus fueros tras la lesión tan grave que sufrió y que casi le aparta de los ruedos. Me gustó mucho en su primero, el toro que sacó más fondo de la corrida, desde los ayudados por bajo, hondos, quebrando mucho al toro, al toreo en redondo, a media altura, consintiéndole para, una vez descolgado, torear, con la izquierda, de uno en uno, citando de frente y rematando detrás de la cadera con enorme clasicismo, en un toreo sobrio y sin concesiones a la galería. Mató de una estocada en el hoyo de las agujas de perfecta ejecución. Me sorprendió lo fría que estuvo la plaza, tan generosa otras tardes. No sé si porque aún seguía de resaca o porque dentro del buen tono general a la faena a veces le faltó temple y acople. Esta vez el bueno de Pepín acertó y sacó el pañuelo con decisión para otorgar una oreja, sin duda merecida.
Ginés Marín, con un lote difícil, estuvo fácil, manejando con soltura los resortes de la lidia si bien, salvo algunos naturales sueltos de estimable factura, realizó un toreo muy superficial sin forzar nunca. Mató bien. Pasa por la Feria sin pena ni gloria.
En definitiva, una corrida decepcionante donde destacó Emilio de Justo ante un público resacoso y ausente.
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