Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nuestro maravilloso Elon
El descaro con el que se comporta el presidente del Gobierno y su entorno sobrepasa cualquier límite de los usos y costumbres de la política española, tanto en el comportamiento institucional como en el meramente personal. El inquilino del palacio de La Moncloa pretendía que su trompetería política y mediática nos ensordeciera estos días con la supuesta exoneración de Begoña Gómez mediante el archivo de la causa por la que se le investiga por tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Da igual que la misma Audiencia Provincial de Madrid dictase la semana anterior que el mismo juez, al que incluso presionan con querellas acusándole de prevaricar, investigase también a la esposa de Pedro Sánchez por delito de apropiación indebida del software que Begoña Gómez pidió a Indra, Telefónica y Google que le hicieran gratis para su Máster de Transformación Social Competitiva y que está valorado en 150.000 euros. ¿Cuántos regalos así hacen estas multinacionales? ¿Y habrían accedido sin ser la cónyuge del presidente del Gobierno? Así que todo indica más bien que el caso está lejos de terminar.
Pero como no existe límite alguno, mientras en esta semana esperamos a que la Audiencia aborde el lunes próximo las peticiones de archivo de la defensa de Gómez y acotación de la investigación que pide la Fiscalía (más dedicada a defender a la investigada), resulta que la página web en la que ella ofrecía este software ha sido borrada del espacio cibernético. Así, sin complejo alguno. El resto de las acusaciones ya han pedido al juez que abra una pieza separada para investigar el borrado y si con él se busca sustraer a la Administración de Justicia de pruebas que sean relevantes para el curso de las diligencias previas que están en fase de instrucción.
El simple hecho de borrar la web que es objeto de la investigación demuestra una actitud rayana en la impunidad.
Pero qué esperar si el Gobierno que proclama con reiteración la inocencia de la señora Gómez, aunque no hay resolución alguna que le haya arrebatado esa presunción, retuerce la Constitución y la legalidad para borrar delitos tan graves como los cometidos por los condenados por el procés o tratan de blanquear el pasado terrorista de los filoetarras de Bildu.
Uno, que es niño de los años setenta, se lo toma con guasa mientras tararea al añorado Fofó y sus hermanos: chipitín, chipitín, pom, pom. Chipitín, chipitín, pom, pom. Borra, borra eso. Borra, borra eso. Al menos que no nos priven de la sonrisa mientras nos roban la dignidad pública.
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