Estamos bien: somos pocos, pero muy sectarios

Podemos, Vox y las izquierdas gallegas son víctimas del sectarismo político

Juanma Moreno, como endemismo

La opinión de Juan Manuel Marqués

La secretaria de Organización de Podemos, Lilith Verstrynge.
La secretaria de Organización de Podemos, Lilith Verstrynge. / Fernando Sánchez, Europa Press

28 de enero 2024 - 04:00

LA anécdota es conocida. Un ex presidente de la Junta se topó por las calles de Sevilla con un antiguo dirigente comunista de un país americano y le preguntó por su nuevo partido, a lo que el otro, en sintonía con la ironía del andaluz, le respondió: “Bien, somos pocos, pero muy sectarios”. El sectarismo es una enfermedad autoinmune de los partidos, una reacción en cadena contra la heterodoxia que termina por dejar a los individuos aislados y sin masa electoral. Pocos pero muy puros. Piensen en Pablo Iglesias, que acaba de prescindir de Juan Carlos Monedero en su canal de televisión. O en la reciente dimisión de Lilith Verstrynge como diputada y secretaria de Organización de Podemos. O en lo que va quedando de Vox, ya sin Olona ni Espinosa, sin Ortega ni Buxadé. Pablo de Tarso, constructor del cristianismo, lo tuvo claro, aquella secta judaica había que abrirla a todos los no circuncidados del imperio romano.

Íñigo Errejón será el nuevo portavoz parlamentario de Sumar, después de que Yolanda Díaz haya tenido que vencer las resistencias de Izquierda Unida, de los comunes y de su propia organización en construcción, pues quien fue llamado el Messi de la política española era observado como el primer heterodoxo figurita que abrió la brecha dentro de aquel Podemos cool. Yolanda Díaz trata de volver a meter la pasta dentífrica dentro del envase porque, al fin y al cabo, eso de Sumar no deja de ser la misma idea que Julio Anguita parió en los años ochenta con la creación de Izquierda Unida, pero con muchos más egos y más piquitos de oro.

Errejón sustituye a Marta Lois, la candidata a las elecciones gallegas cuyo único cometido es sacar su propia acta de parlamentaria autonómica, porque si Sumar entra en la Cámara de Compostela, el PP de Alfonso Rueda perderá las mayoría absoluta y, entonces, Alberto Núñez Feijóo se habría hecho un Juan Espadas, dejar y perder la Alcaldía de Sevilla para nombrar gobiernos en la sombra. En Galicia concurren el PP y un Vox sin fuerza, sin opciones, frente al PSOE, al BNG con unos escindidos de la izquierda y Sumar, tres partidos de izquierdas. Si Rueda no alcanzase la absoluta, se desencadenaría otra tormenta de truenos sobre Génova, donde el clan gallego de Feijóo sería sometido a un nuevo sitio por el PP de Madrid y los partidarios de Isabel Díaz Ayuso.

Es el escenario que no querría Juanma Moreno, porque no ha llegado el tiempo para que pueda atender la llamada del otro PP para marcharse a Madrid. Todavía no. Moreno conoce muy bien los réditos que la división de las izquierdas le dio a sus alcaldes en las pasadas municipales. Adelante Andalucía, muchachos.

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