Bautismos en el Guadalquivir

29 de enero 2025 - 07:00

Con la IA barata de los chinos la poshumanidad más fea nos alcanza definitiva. A partir de aquí queda el yermo, la senda transhumana. No entiende uno nada. La inteligencia artificial se impone sin que la inteligencia natural haya dejado de mostrar sus negros boquetes. Raro, rarísimo resulta aceptar la distopía en tiempo real de las máquinas, mientras los ritos más ancestrales del hombre se dan justo ahora, en la más alucinante feria religiosa del mundo.

Hasta el 26 de febrero, 400 millones de personas se apiñan en el norte de la India, en la ciudad de Prayagraj, donde confluyen el Ganges y el Yamuna, los dos ríos sagrados del hinduismo, entre los cuales, a su vez, se cree que termina un tercer río mítico, el Saraswati. Es el Maha Kumbh Mela, el “gran festival del cántaro sagrado”. No hay mayor concentración religiosa en el planeta (baños, procesiones, bailes y canciones, atuendos de mil colores, carros y demostraciones con lanzas, espadas y tridentes). Según la leyenda hindú, demonios y dioses porfían por un cántaro que contiene el néctar de la inmortalidad. De ahí los millones de baños sagrados que ahora tienen lugar, donde la gente purifica sus faltas y pecados. El Maha Kumbh Mela se celebra cada doce años, según la alineación celeste del sol, la luna y el planeta Júpiter. Bajo el nacionalismo del primer ministro Narendra Modi, el festival alcanza ahora su apoteosis. Miles y miles de policías y drones vigilan el peligro de estampidas y enfermedades.

Por eso ahora (voy a lo que voy), bajo la purificante lluvia de estos días, piensa uno en cómo sería un gran festival de bautizos en Sevilla, sobre el Guadalquivir, por donde las ratas en el paseo ribereño Juan Carlos I, bajo el puente de la Señorita que lleva a Camas, o por el ribazo del Charco de la Pava. Imagino cientos, qué digo cientos, miles y miles de bautismos y purificaciones rituales en el sevillano Jordán, donde católicos y testigos de Jehová, por poner, pudieran hermanarse en el agua y por el agua. Imagino, qué se yo, bautismos rocieros, pero sin ofender al Quema. Imagino bautismos de fervor cofrade o de purísima sevillanía, y donde del cielo sobre el Jordán sevillano, apareciera no ya la forma de la deletérea Paloma, la que dijera “Este es mi Hijo amado”, sino más bien un pajarraco verde, una cotorra de Kramer, que con azucenas y hojas de palma en el pico dijera “He aquí mis hijos sevillanos, mis amados”.

De no doblar la servilleta antes, en doce años me gustaría ir al purificante Maha Kumbh Mela, donde el Ganges y el Yamuna. Mientras tanto, ¿por qué no ir probando en el Charco de la Pava?

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