
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Sánchez desencadenado
Las dos orillas
No sólo de los barrios pobres vive la mala fama de Sevilla. También está la mala fama de tener el barrio más turistificado de España, el de más pisos turísticos y veladores por metro cuadrado, el de menos vecinos supervivientes. Una pena y un desastre que no se pueden aguantar. Los lamentos por el barrio de Santa Cruz se vienen oyendo desde el siglo pasado. Pero han alcanzado un singular frenesí en los últimos años. Porque con el Covid se dio rienda suelta a la expansión de veladores que ya había comenzado antes. Y sigue sorprendiendo que mientras el barrio de Santa Cruz está hasta las trancas de turistas por las calles, en la Judería de San Bartolomé, al otro lado de Santa María la Blanca, se detecta un cierto sosiego. Aunque existen pisos turísticos, la densidad es menor.
Entonces nos podríamos preguntar, a lo Vargas Llosa: ¿En qué momento se jodió el barrio de Santa Cruz? Aquel barrio que glosó Santiago Montoto, que tenía su columna vertebral en la calle de la Borceguinería, antes de que se la dedicaran a Mateos Gago, para enlazar la parroquia con la Catedral. Barrio del que aún se vislumbran los restos mortales en sus plazas de ensueño, en callejuelas recatadas de nombres poéticos (Aire, Agua, Vida, Pimienta, Cruces), en todo lo que aún permanece.
Algunos creen que se jodió por culpa de José Feliciano. Por haber cantado aquello de “¡Ay, barrio de Santa Cruz!, /¡Ay, plaza de doña Elvira!, /hoy vuelvo yo a recordar/ y me parece mentira/ ya todo aquello pasó/, todo quedó en el olvido…”. Etcétera. Las Dos cruces de José Feliciano fueron como dos banderillas negras. Se las clavó a Sevilla en todo lo alto, con su lunita plateada. Y ahí quedó, como testigo de un amor imposible. Y con la plaza de Doña Elvira y demás plazas como objetivos preferentes para las fotos de Instagram.
Estas cosas del turismo invasor son así. Ahora por culpa de las redes sociales y de las influencers. Antes por culpa de los cantantes que daban el cante. José Feliciano, que actualmente tiene 79 años, no es sevillano, sino puertorriqueño. Y aparte de las Dos cruces que plantó en el barrio de Santa Cruz para la posteridad, también cantaba Feliz Navidad, entre otros éxitos del mundo puretón. A la Judería de San Bartolomé, por el contrario, no le cantó nada. Y por eso la plaza de Doña Elvira está llena de guiris, mientras que la plaza de las Mercedarias tiene otro público, tampoco del todo perfecto, según las horas.
Sevilla son sus barrios, se suele decir. Y Santa Cruz son sus guiris. Esas multitudes que abarrotan sus callejones y masifican sus plazas. Ya no tiene remedio.
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