El barrio sanitario

A los contornos de las viviendas de algunos barrios de Sevilla les ha brotado una pequeña Ciudad Sanitaria

14 de junio 2024 - 01:00

Una cosa es irse a vivir a la zona financiera de Londres, a la Ciudad Universitaria de Madrid o pillarse un piso-playa en un concurrido paseo marítimo, y otra es que a tu casa le brote en torno una city, un campus, o de pronto la jalonen torres de apartoteles. Esto último es lo que les pasó a aquellos que nos explican, aún estupefactos, que “antes, todo esto era campo”. Pienso en el poeta Eladio Orta, cuya casa en su Isla Canela natal resiste a la sombra de largos bloques de pisos, o en cuando los Lira me describen cómo era el lugar en el que Paco fundó La Cuadra. Los enclaves no son estáticos. O, mejor dicho, son el plano fijo donde la ciudad se transforma. Lo interesante es saber qué mueve la fisonomía de los sitios, qué se desplaza y se atrae con ello, qué se inaugura y qué muere, a qué velocidad, para qué y para quienes un lugar se hace otro sin menearse del sitio. Hay cambios –ay, Pablo de Olavide, ay, Aníbal González–, que redundan en bien para Sevilla y sus gentes; y otros que han gentrificado, demolido piezas arquitectónicas sin igual o falsificado lugares en los que venden rebujitos de nostalgia con mucho hielo. Voy a decirlo por Antonio Machado: no basta mover para renovar. No basta renovar para mejorar. Y no hay nada que sea absolutamente impeorable.

A lo que iba: a los contornos de las viviendas de algunos barrios de Sevilla les ha brotado en tiempo récord una pequeña Ciudad Sanitaria. Barrios sanitarios, me gusta llamarlos, que tienen que ver con el auge de la sanidad privada. El edificio del hospital privado, que hasta hace no mucho bastaba para acoger la demanda, se queda chico y va tomando los inmuebles de alrededor. Este bajo, para reuma y dermatología, aquel para radiología, la casa de enfrente para extracciones, y esta otra se conecta con el núcleo central. Más allá, donde había un taller, está rehabilitación. En redor, parafarmacias y bares para quitarse el mareíllo de cuando te sacan sangre. Las calles del barrio sanitario rebullen de gente con recetas, taxis que no pasan la angostura, esperas a la sombra de lo que fue un zaguán. Entrar y hacerse la perdidiza por las dependencias de los nuevos barrios sanitarios de la privada sabe a cuando exploraba la casa-taller de modistillas, interminable, de mi tía Serafina. Como otrora, los hospitales vuelven a tener, de pura potra, fachadas bellas, de lo que antes fueron domicilios y negocios del barrio, arrebujadas con pantallas donde aparecen números. Desde su puesto, me observa una señora vestida como una azafata de vuelo. Por las angosturas de sus pasillos se escucha: “¡Aquí hay más gente y más esperas que en la guerra!”. Leo en este su diario, “La sanidad privada empieza a tocar techo en Sevilla”. Más que techo, en algunos barrios llega hasta las azoteas.

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