¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
Sevilla/La carrera oficial es el negocio soñado por cualquier empresario. Se cobra el cien por cien de la recaudación entre dos y tres meses antes del desarrollo de la actividad, hay demanda apara duplicar la caja y no se devuelve lo cobrado en caso de suspensión por lluvia. El alcalde Luis Uruñuela le dio a las cofradías la caña de pescar y no el pescado cuando le cedió a las hermandades la explotación de la carrera y dejo de ingresarles las subvenciones directas con cargo a las arcas municipales. La fórmula fue un éxito entonces y lo sigue siendo ahora. Pero no ha ocurrido así con los bares del centro. El negocio para ellos se ha ido convirtiendo cada vez más en un riesgo. Y no nos referimos solamente a la Madrugada.
Cada vez más tabernas cierran no sólo esa noche sino el resto de las tardes. Increíble, pero cierto. Los antiguos responsables del Laredo ya cerraban en sus últimas Semanas Santas al frente del negocio. “No merece la pena”, repetían. Mucha bulla, consumo mínimo, servicios destrozados y taberneros reducidos en muchos casos a proveedores de tiritas, asientos para pies reventados, botellas de agua y siempre atentos a decenas de incidencias. Una verdadera paliza que ya no compensa a muchos. El otro día volvimos a comprobar el horario de uno de los bares más próximos a la Plaza de San Francisco. A las cuatro de la tarde se echa la persiana. No compensa el público de las cofradías ni ajustando la carta, ni retirando los taburetes. Se cacarea mucho el impacto económico de las fiestas mayores, pero poco de los negocios que hace años renuncian a la Semana Santa. Es muy probable que de fondo se encuentren los problemas derivados de la mala educación, la falta de saber estar y el consumo en exceso de alcohol, no precisamente en los bares de toda la vida. Más vale cerrar, se dice pronto.
El problema es que los bares cumplen esos días más que nunca una función social. Hay que reponer fuerzas, hay que beber agua, acudir a un servicio o, simplemente, parar un rato para descansar los pies. Sin bares no es lo mismo. Sin un sitio donde tomar un café a primera hora de la tarde mientras se acerca la cruz de guía... no es lo mismo. Sin una torrija de merienda o una mesa donde cenar antes de acompañar a las cofradías en sus regresos nocturnos... no es lo mismo. En Sevilla cada vez cierran más tabernas en los días fundamentales. Algo ocurre y preferimos no mirar. Habrá que volver al bocadillo y la botellita de agua en una pequeña mochila. La Semana Santa, mal negocio para muchos bares que se conocen la historia.
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