¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Tengo grandes amigos venezolanos. Los hice gracias al Congreso Mundial de Escritores de Caracas, al que fui invitado en los años 80 del siglo pasado. Gracias a los días en la capital de Venezuela, junto a Caballero Bonald, Armas Marcelo, Ángel González, José Hierro y Carlos Murciano, pudimos hablar con aquellos venezolanos maravillosos, desprendidos, generosos, simpáticos… Eran novelistas, poetas, escritores. Todavía se vivía el boom de la literatura hispano americana de los Vargas Llosa, García Márquez, Juan Rulfo, Cortázar, Alejo Carpentier… La literatura en español había llegado al cielo con estos nombres propios. Que sumábamos con toda naturalidad a nuestros Alfonso Grosso, Luis Berenguer, Delibes, Umbral y otros. A menudo rememoro aquellos días, aquellos años en que también se allegaron a España los Denzil Romero, Guillermo Morón, Caupolicán Ovalle… Mis amigos venezolanos casi todos están muertos, o en el exilio. Se había establecido una verdadera corriente de amistad y camaradería. Nos leíamos todos y nos sentíamos habitantes de una misma vivienda confortable y de ventanas abiertas. Pero llegó la política o, mejor, el fracaso de la política, a destruirlo todo. Ha consistido en un proceso imparable e implacable. Que ha procedido como se suele en las dictaduras en general y en las de izquierdas, en particular: represión sin contemplaciones, violencia, cárceles y exilio. El doctor Morón, que ha permanecido auto exiliado en su casa y en su biblioteca, hasta su muerte, asistió muy dolorido al fracaso de un modelo de país por el que trabajó sin descanso en su cátedra de la Universidad Central de Venezuela: constituir un plantel de universitarios capaces de dirigir una democracia próspera y en libertad. A esas ilusiones ha sucedido el mazazo inmisericorde del dictador Maduro anunciando “un baño” de sangre. No me lo podía creer. El presidente de la República, aunque bolivariana, amenazando/anunciando un baño de sangre a su pueblo. No han bastado los millones de venezolanos hacia el exilio, ni la represión, hay que invocar la sangre, la guerra civil. Mientras se manipulan los resultados de las elecciones, se impiden los controles democráticos y se secuestran las actas electorales. Venezuela es uno de los países más ricos del mundo y sobre su riqueza hay toda una trama repugnante pues no la goza el pueblo, la gente, que sigue de mal en peor, en la pobreza, las colas, el hambre. Y la violencia sectaria de una ideología criminal sectaria. ¿Qué se podría hacer? ¿Pueden permanecer impertérritos los países democráticos del mundo? Mientras se patentiza la inanidad de muchas instituciones internacionales, incapaces de llegar a Caracas y contribuir a la normalización, los venezolanos están muriendo de nuevo, siendo encarcelados y sojuzgados por un régimen despótico. Criminal.
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