La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
opinión
ANTE el nombramiento de Rosalía Gómez como directora artística de la próxima Bienal no puedo dejar de recordar tantas presencias flamencas que han cruzado por su vida en las últimas décadas. Pienso en las llamadas constantes del añorado Mario Maya consultándole los detalles de una coreografía; las cenas con Merche Esmeralda analizando la escuela sevillana de baile; su esfuerzo por traducir a Roberto Fratini antes de que éste dirigiera a Rocío Molina en Vinática; su cariño incondicional por Alicia Márquez, que fue su maestra por bulerías, o la manera galante de sujetar el paraguas para que Matilde Coral o Joaquín Grilo no se mojaran en los lluviosos febreros en que se celebra el Festival de Jerez, en cuya producción ella trabaja desde sus inicios.
Hablar de Rosalía Gómez es hablar de baile con mayúsculas, una pasión a la que ha dedicado su vida desde la crítica en medios como Diario de Sevilla, desde su fundación en 1999, y antes Abc; desde la organización de muestras flamencas y, por supuesto, en sus análisis para libros especializados y seminarios como Los flamencos hablan de sí mismos de la UNIA. Sin embargo, por su personalidad callada y juiciosa, ajena a cualquier protagonismo, mucha gente que aún no la conoce va a sorprenderse en los próximos meses con su capacidad para diseñar un programa jondo y por derecho con el baile como eje central.
Creo que hay que valorar también la elección de Rosalía por su trayectoria personal y política, lo que habla en favor de quienes la han designado sabiendo que ella es una persona independiente pero muy comprometida con las libertades artísticas, a la manera de sus admirados maestros Jerzy Grotowski y Luca Ronconi.
Durante doce años ha sido para este periódico un privilegio contar con su presencia y sus opiniones, que nunca fueron severas pero siempre fueron firmes. Es de celebrar que ese magisterio se ponga también al servicio del mejor festival de arte flamenco del mundo.
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