Cuarto de muestras
Carmen Oteo
La herida milagrosa
Sevilla/Recuerdo a la perfección, no sin emoción, la llamada vespertina de aquel día laborable que me informó de que el cardenal Amigo acababa de salir por carretera de los términos de la Archidiócesis de Sevilla. Sin comunicados, ni tuits, ni nada por el estilo. Se fue a vivir a Madrid después de acudir días antes al Ayuntamiento para despedirse del alcalde. Monteseirín avisó a la Banda Municipal que, dirigida por el gran Francisco Javier Gutiérrez Juan, interpretó el No te vayas todavía, la sevillana que sonó cuando el Papa Juan Pablo II abandonó los campos de la Feria tras la beatificación de Sor Ángela en 1982, la ceremonia del imponente altar diseñado por Rafael Manzano y Rafael Carretero. Y evocaba aquella llamada, cargada de simbolismo, porque me temo que don Juan José Asenjo ha salido también de la Archidiócesis para no volver a residir en Sevilla. Está en su amadísima Sigüenza, atendido con mucho cariño por las Hermanitas de los Desamparados. Es cierto que don Juan José hace muchos años que tiene relación con estas religiosas, pues fue el biógrafo de su fundador.
Tiene confianza en la mejora de su salud, que por desgracia se resintió en el último año, cosa que el prelado emérito cuenta con toda naturalidad a quien se interesa por su estado. El caso es que al adquirir su condición de jubilado todos apreciamos que don Juan José estaba feliz de quedarse a vivir en Sevilla, con la agenda más repleta que nunca, requerido para presidir ceremonias y acudir a conferencias y almuerzos. Su casa era un remanso de paz con la alegre distracción de dos cotorras la mar de simpáticas. El día que cedió los pájaros tuvimos el primer aviso de que preparaba mudanza larga... Sí, la ausencia de las cotorras nos dieron de alguna forma la alarma como las ocas hacían en los hogares de los romanos, que avisaban de la presencia de extraños. Todos sabemos que don Juan José quería seguir en Sevilla, donde te lo encontrabas ora con Charo Padilla y Manuel Marvizón, ora con Antonio Pulido en la Fundación Cajasol, ora en un convento, ora en el restaurante de Manolo León en la calle Guadalquivir, ora en Semana Santa recibiendo a unos mexicanos...
Pero de pronto se nos ha ido. Habrá que ir a su tierra a visitarle, que es ciudad preciosa y hasta con Parador. Sigüenza será a este paso el Estoril de la Archidiócesis de Sevilla. Ya nos dejó escamados que no estuviera en el palquillo de la Campana el Sábado Santo para presenciar el Santo Entierro Grande. Las cotorras lo cantaron. Sepa don Juan José que Sevilla no lo olvida. Ciudad fría, muchas veces sigilosamente cruel, pero con memoria cálida. Iremos a verle para oír sus característicos: “¡Por Dioooos, por Dioooos!”.
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