Carlos Colón

Se atasca el mamarracho

La ciudad y los días

19 de enero 2010 - 10:13

PRIMERO, junio de 2007, después, primavera de 2008, más tarde, último trimestre de 2009, luego, inicio de 2010 y -llegada esta fecha- queda la cosa para 2011. Por mí como si no se termina nunca: no será menos mamarracho dejándolo a medias que terminándolo. Y mejor aún si se liquida con una voladura controlada. Pero para la ciudadanía es una burla, y para los placeros una afrenta, esta ininterrumpida sucesión de aplazamientos que va a generar un retraso de más de tres años, un sobrecoste que no hay forma que se haga público y la posible extinción -como informaba ayer la compañera Ana S. Ameneiro- del mercado. Además de los daños patrimoniales derivados de alzar semejante mamarracho de arquitectura-basura seudomoderna en el corazón de la ciudad histórica.

Los más famosos atentados patrimoniales perpetrados durante el franquismo -las destrucciones de las plazas de la Magdalena y del Duque más el teatro San Fernando para construir sobre sus solares grandes almacenes- tuvieron al menos efectos colaterales positivos, resultaron útiles y hasta imprescindibles para la ciudadanía y acabaron por ser un elemento clave en la revitalización del centro histórico. Esto no absuelve a los responsables de la culpa histórica del derribo de aquellos palacios, casas y teatro; pero por lo menos indica que la barbarie tenía un sentido, aunque fuera cruda y groseramente comercial, y que de ella se derivó algún bien para la ciudad, aunque pagando un altísimo e innecesario precio.

El atentado patrimonial de las setas, por el contrario, ni tan siquiera tiene ese fin comercial ni esos efectos positivos: se trata de algo inútil, superfluo, estéril, improductivo, zángano y estúpidamente ornamental. La construcción de las setas y la broma de mal gusto en que han convertido la Encarnación y el ensanche de Regina no tendrán ni tan siquiera efectos comerciales positivos para los ciudadanos. Palcos populares para las procesiones, delicia para los grafiteros y botellódromo son los usos más probables -algunos de ellos ya en práctica- que aguardan a este esperpento. Nunca nada más torpe sirvió para menos usos y fue más caro.

Recojo aquí y asumo como propia, por último, la petición expresada ayer por un lector: "Espero que cuando lo inauguren pongan una placa bien grande en la que quede bien claro los genios que aprobaron este proyecto en detrimento de otros. Para que las generaciones venideras los conozcan y no crean que es una cosa que surgió de la tierra o cayó del cielo". Estupenda idea esta de que la memoria de quienes aprueban los proyectos quede unida para siempre a su realización.

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