La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Pegados ante los televisores mirando perplejos al tipo de Qanon disfrazado de bisonte, a la mujer tendida en el suelo chorreando sangre, al hombre mostrando su regocijo en el despacho de Nancy Pelosi sentado con los pies sobre la mesa, las bombas de humo, la ruptura de ventanas, la escalada por los muros del Capitolio para alcanzar las terrazas, la llamada a la sensatez de Biden y los mensajes alentadores de Trump a sus seguidores a través de Twiter, los tiros, los gritos… Todo eso ocurría en el Capitolio. Dantesco.
Las imágenes provocadas por un presidente locoide, irresponsable, ególatra y mentiroso, llevaban irremediablemente a pensar en las consecuencias del populismo exacerbado, que lleva años cambiando el mundo. Para multitud de españoles, esas imágenes les llevaban al 1-O, no tan violentas ni de tan graves consecuencias como lo ocurrido en Washington, pero que convulsionaron nuestro país. Porque, al contrario de lo ocurrido el miércoles en EEUU, donde dirigentes importantes del partido republicano y el propio vicepresidente, Mike Pence, expresaron su horror ante lo ocurrido, marcaron distancias con Trump y exigieron su incapacitación, en España un sector importante de la sociedad catalana sigue considerando héroes a los independentistas que alentaron aquel referendum ilegal y dieron alas a quienes no dudaron en utilizar la fuerza para intentar cumplir sus objetivos. Dirigentes condenados por sedición por el Tribunal Supremo, y a los que el Gobierno de Sánchez e Iglesias pretende indultar porque de esa forma se garantizan eternamente su apoyo parlamentario.
Con todas las distancias, enormes, entre los hechos del 1 de octubre del 2017 en Cataluña y los del 6 de enero del 2021 en Washington, hay un nexo común: la ya apuntada sedición y unos presidentes, Trump y Puigdemont, que no respetan la legalidad ni la Constitución. Hoy Cataluña está mucho peor que antes de que los independentistas se hicieran con el poder, y EEUU ha vivido un ataque a la más importante de sus instituciones, promovida nada menos que por su presidente.
Hace mucho tiempo que los políticos actuales no dan la talla. Los populismos exacerbados de uno y otro signo, la falta de formación, las ambiciones personales y el desinterés por los problemas reales, son sus señas de identidad. Las consecuencias de tenerlos en los gobiernos han sido muy graves. En España las sufrimos hace un tiempo y EEUU, con todo su poderío, sale seriamente dañado por un presidente que nunca debió ser elegido.
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